domingo, 2 de octubre de 2016

Miedo

¿Han sentido miedo?¿Miedo real, frío, sombrío, de esos que hacen doler la cabeza?

Soy de un país violento, lleno de gente que maravillosa, con un pequeño porcentaje de odio y rencor... ¿Hasta dónde puede aguantar el cuerpo?¿Hasta dónde duele?

El cuerpo nunca se acostumbra al dolor físico, pero ¿al emocional?. La tortura de las balas, las bombas, los muertos, las desgracias. Las desdichas ajenas apenas rozan los oídos de los que piden justicia, creyendo que unos barrotes reviven muertos, devuelven el tiempo, restauran la infancia ¿Y quienes piden justicia? Quienes viven los horrores de la guerra no, ellos saben que la justicia no existe, saben a lo que sabe la sangre, a lo que huele la carne cuando se vuelve sólo un cuerpo...

En mi pais violento hay dolor, pero por regiones... Niños y adultos de lugares marginales mueren a diario, ya sea de hambre o de un tiro, o por una mina que explota bajo los pies. Niños y adultos sufren, lloran, tiemblan de miedo. Al otro lado de la montaña, niños y adultos sonríen, hacen fila para comerse un helado, ven los estrenos de las películas de Hollywood, se molestan porque les roban el celular, porque el sistema de transporte masivo apesta, porque la ciudad es un caos... Caos... Caos levantarte con el sonido de la muerte penetrando en la carne, en los huesos, helando la sangre y riéndose de ti. Caos escuchar como alguien muere junto a ti, con terror, con dolor. Caos como explotan las bombas, como explota la vida, como todo se reduce a un sonido ensordecedor... ¿Caos en la ciudad?...

En mi país violento las personas ven las noticias sin sentirlas, "Eso no nos toca", "A mi nunca me ha tocado", "eso es mentira". En mi país violento, no ha pasado un día en que las personas no mueran sin "justa causa", ya sea por guerra, odio, mal servicio de salud, por robarle el celular o las tierras, porque estaba donde no debía, porque vio lo que no tenía que ver... Y en mi país violento, las personas de las montañas mutan y se vuelven otra especie, una especie lejana e indolente, una especie que no puede reproducirse con los que no están en las montañas, entonces ¿Por qué preocuparse de alguien que no es de la propia especie?... En mi país violento la gente se fragmenta, todos son uno en un partido de futbol pero son miles de individuos apáticos en dolorosas situaciones reales. La gente se fragmenta, se corta la vida, se olvida del dolor...

¿Y si el cuerpo tampoco se acostumbra al dolor emocional? La contaminación, los días grises, el sonido de los pitos en un trancón, la incompetencia de la policía, las filas interminables y todo lo que caracteriza a las ciudades de las montañas de mi país violento se mezclan con el dolor, se vuelven una sustancia gris, llena de humo de carros y cigarrillo, de vale-huevismo por la gente que nos rodea, se mezcla, se inhala, se come, se consume... Se vuelve odio...

Y de repente, eres otro, odias la gente, y odias tu suerte, odias nacer aquí, odias estar allá, odias no tener para construirte una casa frente al mar en tu propia isla, o no tener para los zapatos finos. Odias las noticias, odias a los muertos porque te arrebatan tu felicidad y a los vivos porque te arrebatan tu espacio... Y en algún punto te vuelves como ellos, como los que propician la violencia, te llenas de odio y ya no te duele los muertos del día, los del mes, los del año. Los odias, a todos... ¿No te estás odiando a ti?

Y en este hermoso país violento, lleno de animales increíbles y paisajes irreales ¿Tendremos que pagar un precio por tanta hermosura?¿Por qué tanto odio? Y odias a los homosexuales y a los heterosexuales vulgares. Odias a las que se visten impecable y a las que usan ombliguera. Odias a las lindas y a las feas. Odias la derecha y la izquierda. Te odias.

Y por ese odio, hoy, en este, mi país violento, pagan las personas que no son de la montaña, porque por una vez alguien que no era odio les dio la esperanza, y este país violento la arrebató. Y clamas justicia, escondes ese odio tras un ideal, porque no es justo que a alguien -que no conoces- le mataran la familia -que no conociste-, y el asesino -que nunca viste- no merece perdón del dios -al que nunca escuchas-. Y por eso todos tienen que pagar: ese alguien que quedó vivo paga por no haber muerto, la familia por dejarse matar, el asesino por matarlo. Y si no hay justicia entonces quien vive no merece la vida digna, porque en la montaña así funcionan las cosas, nadie sabe a lo que sabe la sangre pero sí la venganza.

Mi país violento, es un mal chiste, una contradicción... Y aún así, me duele.

Yo siento miedo, traté de quitármelo con un baño de agua caliente -como hacemos los de la ciudad-, pero no se fue. Traté de escurrirlo con una toalla, traté de calentarlo con un chocolate caliente, traté de purgarlo con lagrimas... Pero no funcionó.

No soy gris, sí me duele, sí lo siento, sí es mi pueblo, sí es mi gente, sí es mi especie. Sí tengo un corazón,  sí quiero un mundo mas justo pero sí me pongo el reto de perdonar para que quienes aún vivimos no sigamos en este, mi país violento, y podamos ocupar un país en paz. Sí me ilusioné, sí creí, sí me esperancé... Sí tengo miedo y mientras me bañaba sí me rendí. Pero ahora sí pienso que, tal vez, podamos sacar esa masa gris del corazón de algunas personas y lograr el perdón que tanto necesita este país; el perdón de personas a las que sólo les han arrebatado impuestos pero aún así escupen palabras de odio a asesinos sin rostro e ignoran a víctimas que ya no tienen voz de tanto gritar.

Yo no conozco la paz, pero me han dicho que es una gran compañera.

Luisa.

Lejos

Volvió a leer el cuento corto. Ya lo sabía de memoria, pero le gustaba vivir en una vida que no era de ella. Cerró los ojos y se imaginó all...