Volvió a leer el cuento corto. Ya lo sabía de memoria, pero le gustaba vivir en una vida que no era de ella. Cerró los ojos y se imaginó allá, entre la inmundicia de las palomas, la inseguridad del centro, los tumultos de gente miserable que solo quiere irse de allí.
Había dejado todo eso atrás, había dejado su infancia, su adolescencia, sus amigos, sus amantes ocasionales y a su familia. Tan poco sentido tenía el día a día en esa habitación ajena.
Recordaba con cariño las pizzas baratas, los chorros interminables de agua que bajaban del cielo, las casas coloniales, el buen café, los extranjeros borrachos tocando sus guitarras mientras los indigentes los miraban desde la esquina con terroríficas intenciones. Si se concentraba podía oler los orines en las esquinas, el smog. Podía sentir las miradas lascivas de los obreros, el mido al pasar una zona poco iluminada y , los abrazos cálidos de quienes le lidiaban los ataques de pánico.
Violeta estaba lejos, lejos de todos, lejos de si. Violeta estaba lejos, intranquila y sola. Violeta lagrimea al menos una vez al día, le escribe a su hermano y le dice que no es tan grave, aunque sabe que es demasiado para los dos.
jueves, 5 de agosto de 2021
Lejos
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