lunes, 16 de abril de 2018

Los Aficionados

Una aficionada, una persona que solo lo hace por gusto, por gana. Sin preparación, ni tempos, sin ritmos ni rimas.
Una aficionada que se deshace haciéndolo, suda bailando, sonríe soñando, escribe borracha.
Solo una persona, un grupo de personas, un tumulto de personas. Todos ignorantes, pero con ganas, con amor, con odio, con visceras y corazón.
Un solo sueño despierta a la aficionada y le hace creer que es magia, que es fuego, que a pesar de estar en el tumulto, está bien.
Solo un sueño nos hace creer que somos verdes, rosas, violetas, naranjas, rojos, buenos.
Esos sueños que vienen con las noches de insomnio, las charlas interminables, las cervezas agotadoras, los orgasmos memorables, la culpa, los hongos y el humo de los cigarrillos. Y esos sueños que saben a espuma, a metal, a adrenalina corriendo por nuestros miedos y agolpándose en la cabeza, son los que nos entregan a momentos infinitos de tambores retumbando en el pecho y en las manos, a sonidos agradables que nos envuelven en el sentido de la nada, de la disociación voluntaria, en la conciencia de nuestra individualidad como parte del tumulto agolpado al rededor del alcohol, las fogatas y la peste.
Y los fanáticos, poco acostumbrados a sentir fuego en el corazón, en los riñones y en la cuenca de los ojos, solo podemos intentarlo... Y vamos por la vida intentado dibujar, escribir, leer, bailar, culiar, sonreír y olvidar. Vamos imitando chefs profesionales para pasar un momento íntimo al rededor de un fogón, imitando músicos virtuosos olvidando nuestra terrible voz, dibujando sin entender de proporciones, caminando sin detenerse en los detalles, nadando en arenas movedizas y lodo con un agradable olor a tierra mojada. Porque somos solo aficionados y disfrutamos de eso.
La torpeza de los aficionados,  es la felicidad de nosotros, los idiotas.

- Belcebú

Lejos

Volvió a leer el cuento corto. Ya lo sabía de memoria, pero le gustaba vivir en una vida que no era de ella. Cerró los ojos y se imaginó all...