miércoles, 5 de marzo de 2014

El circulo cromático de los daltónicos

Mentir es una definición simple en contextos complicados. 
Decir o manifestar lo contrario de lo que se cree, sabe o piensa. - RAE

En realidad es una defección fácil, es ausencia de la verdad…Lo complicado son sus contextos, sus sabores, sus matices y lo peor de todo; sus consecuencias. 

Las personas que dicen que no pueden mentir son las más mentirosas, son un grupo de gente que se jura superior a nosotros - los honestos mentirosos- porque tienen esta política de decir lo que consideran verdad y acomodar sus consideraciones para que entren en este paradigma. Eso es ESTÚPIDO. Mentir está en la sangre, en la piel, hace parte del desarrollo de la personalidad. 

Mentimos al despertarnos, al contestar el teléfono, al escribir, al sonreír… Mentir es normal en algunos contextos, pero ¿Qué define el contexto de la mentira?

Cuando era muy pequeña mis padres me inscribieron a clases de teatro, era una persona extrovertida y sociable, en algún punto todo cambió y la gente empezó a abrumarme con su infinita estupidez y ganas de hacer parte de un grupo social. Pero de esa experiencia infantil adquirí uno de los dones más grandes de la vida: Ser buena mentirosa. He probado que puedo mantener mentiras inimaginables por años, mentiras de tamaños descomunales. El problema de estas mentiras es que son condicionadas, a mi no me hacen daño, son mentiras que no me van a rebotar en la cara y a romperme la nariz, son mentiras que si se descubren sólo me van a generar un cambio minúsculo y tal vez una incomodidad pasajera, son mentiras ajenas. 

Actualmente trabajo en modificar verdades, decir mentiras y modificar verdades es diferente. Decir mentiras es inventar, innovar, crear. Por otro lado, modificar verdades es tomar un hecho real y moldearlo pacientemente en el cerebro para que no haga daño, para que no se clave como una daga en las neuronas y deje cicatrices del tamaño del cráter de Chicxulub, modificar las verdades es un proceso lento, complejo y doloroso. 

Independiente de mi pobre talento para modificar verdades está el de decir excelentes mentiras. Las mentiras fluyen a través de mi cerebro, se deslizan por mis labios y seducen oídos extraños escuchando versiones convenientes de mis fantasías. Entonces me doy cuenta que mentir es fácil para mi… ¿Y si lo es para todos? 

El contexto de la mentira no es blanco y negro, tiene una escala de grises tan variada que raya con lo cromático y es totalmente relativo. Hay personas que ven más blancos, otras ven más negros, otras no ven nada. Cualquier persona que me conozca sabe que soy daltónica en ese aspecto, para mi no existen matices, formas ni texturas, sólo comodidades, por lo que para mi pronunciar verdades es complicado. 

Salir de la "zona de confort" produce tornarse vulnerable, produce inestabilidad, miedo, ansiedad, tristeza e incluso ira. Abandonar las comodidades de la mentira es entrar en una zona más allá de nuestro control. No es fácil, mucho menos para alguien que le es sencillo engañar a la gente (sobre todo con respecto a lo que siente) y además es una perdida de tiempo. En mi caso particular mis verdades suenan más falsas que mis frases inventadas llenas de insanos razonamientos, para mi pronunciar una verdad es algo que no es muy natural y que me aterra, pero cuando lo hago la gente simplemente no cree en mi, tal vez por no entender de donde sale tanta sinceridad en mi, por ende es una perdida de tiempo, energía y verdades. 

¿Y si tenemos las verdades contadas? Hay teorías que dicen que nuestro tiempo de vida está determinado por el número de latidos de nuestro corazón, que tenemos un límite… ¿Podría ser así para el número de verdades que pronunciaremos en nuestra vida? Al igual que nuestro corazón, en la infancia las verdades van a mil y se estrellan contra muros no tan pendientes de nuestras palabras, de pequeños damos verdades crueles, reveladoras, incómodas. A medida que vamos creciendo se van agotando las verdades hasta desaparecer casi por completo, tal vez sabemos su verdadero valor y las atesoramos mejor. Si esto es así ¿Por qué gastar mis verdades en gente que no me cree?… 

Yo no creo en nadie, tal vez por eso nadie cree en mi. Es un juego fácil de jugar pero que sólo deja soledad, va agotando lentamente y consume todo en ti hasta que explotas y necesitas pagarle a alguien por que te diga la verdad, porque en un mundo de mentiras una verdad es una profesión. Y entonces cuando pagas sabes que las verdades son sinceras y forzosas, y no te basta, necesitas a alguien que escuche y pronuncie verdades no por dinero, sino por tener la misma necesidad tuya… ¿Será ese el éxito de las relaciones? Soy pésima para las relaciones así que he aprendido a leer y escribir con una sinceridad aterradora. 

Entonces la ausencia de verdad flota en el aire y las verdades salen con drama, lágrimas o sangre… Es un mundo de mentiras, por eso está si es una verdad. 

A decir verdad no sé como concluir este texto, lo escribí porque estoy molesta con alguien que no cree en mis verdades, tal vez le he dicho demasiadas mentiras y esas también están contadas… Creo que estoy más molesta conmigo por la necesidad que tengo de que crea en mi que con aquel idiota en el que estoy pensando… Igual así leyera esto no va a creerme. El cariño, las verdades y las sonrisas sinceras están limitadas… Y yo estoy aquí gastándolas con personajes de ficción que tal vez existieron y en pensamientos lejanos que se pierden sin cruzar la selva que nos separa. En todo caso no me voy a morir si nadie me cree, siempre me quedarán las mentiras, los libros y Cinnabon. 

Las verdades se pasan mejor con canela y Coca-Cola

(This is the blues- Volume 3)

- Lu

Lejos

Volvió a leer el cuento corto. Ya lo sabía de memoria, pero le gustaba vivir en una vida que no era de ella. Cerró los ojos y se imaginó all...