domingo, 1 de noviembre de 2015

Ambiciones y no exigencias

Hoy quiero escribirte porque nunca te he escrito, porque te atravesaste en mi vida, porque llegaste en el peor momento y con la peor sonrisa... Esa sincera. Hoy quiero escribirte porque llevaba meses sin sentir ganas de llorar de alegría, sin poder calcular cuanta felicidad sentía, sin petrificarme por el miedo a confiar.

Hoy hace frío, llovió, es un día gris y muerto, como te gusta.

Hoy me pongo una cobija, me siento en el sofá, pongo a Yann Tiersen y escribo, sonrío, lagrimeo, me emociono... No sé porqué estoy así. Al principio creí que era tristeza y me di cuenta que no, no es tristeza, no es ese dolor en la boca del estómago que me venía atormentando hace tanto tiempo... No estoy sola, no estoy adolorida, no siento amargura ni impotencia... No es eso.

Hoy miro la noche por mi ventana caer lentamente sobre mi vida, sobre mis ojos, la veo comerse mis sueños y abrazar mis esperanzas. Pienso en dónde están los tuyos, pienso en tus metas, tus misteriosos anhelos , tus ojitos. Pienso en el poquito, en el minúsculo tiempo que hemos compartido, en los átomos que han viajado a través del poco espacio que nos separa cuando nos vemos, en lo lindo que ha sido, en las ilusiones frágiles como burbujas de jabón que se apelmazan en la cabecera de tu cama cuando me despierto y te veo dando vueltas esperando a que abra los ojos. Me obligo a abrirlos para no dejarte sólo, me obligo a dejarme conocer para que te sientas bien, me obligo a no sentir miedo, peor cuando soy consciente que no tengo miedo siento ansiedad, y llegas tú y me das un beso y toda la ansiedad, el miedo, la conciencia, el sueño desaparecen.

Mientras escribo esto se enfría mi chocolate, es de noche, suena La valse d' Amélie y no estoy triste, pero no puedo ver, las lagrimas están impidiendo que el tacto de mi corazón pueda organizarse en letras digitales frente a esta máquina que nos ha deshumanizado... Aún así la prefiero sobre las cartas escritas, siempre que escribo con puño y letra es porque la desolación no me permite teclear.

No puedo dejar de pensar en ti y de sonreír, tengo miedo al cariño, al apego, al "te amo", es una palabra muy grande, más que "feliz" y tiene dos letras menos. Aún no... Ojalá me des tiempo.

Me ilusiona tu ranciedad, tus orejas rojas cuando te invade la pena, tu risa sin sentido en estado más grande de atontamiento que te rodea cuando tu corazón se llena de fuertes emociones, tus ojitos cuando me miran desde abajo y se ven más grandes, tus manos, tu nariz, tus besos, tu seriedad. Me absorbe tu esencia, eso que te vuelve y te define, no lo puedo describir, eso por lo que me preguntas todas las mañanas porque te enloquece que exista algo que no puedes controlar. Me intriga que quieras controlar cada pequeño espacio del universo y me fascina desordenar esos patrones para revolverte la cabeza, salirme de tus esquemas, revolverte las neuronas.

Es que quiero entrar en ti y desordenarte, quiero que no entiendas qué pasa, cuándo pasa ni cómo. Quiero hacer estragos como una tierna ventisca que acabó con las casitas de palo de los niños en el bosque. Quiero ser tu caos, tu detonante, quiero que explotes para que te vuelvas a organizar y descubras cosas de ti que no sabías, quiero que no te aburras de lo que eres, que te descubras, que te enfrentes y te ganes... Y después me abraces y me pidas que me quede.

Me embriaga el sonido de tu voz a través de tu pecho, tu obsesión con las horas del día, tu odio por el sol y el calor, tu profunda pelea con el orden de tu casa, tus ganas controladas, tus miedos disfrazados, tu curiosidad insaciable, tu incredulidad ante mi posición de la vida "grande", tu inocencia, tu falta de fetiches, tu abundancia de palabras. No entiendo tu amor por las ciudades, lo lúgubre, el duelo sobre el sexo, las llamadas.

Despertar, tomar conciencia, escuchar una voz grave hablándome con dulce sinceridad mientras me pide que me levante, que es hora... Eso lo vale, vale el día, vale la semana, vale la pequeña muerte que viene con abandonar las cobijas y almohada a su suerte.

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Es maravillosa tu obsesión por poner bien mi tecla Y y H, por ser el mejor en lo que haces y por conocer la raíz de mi tripofobia, mi miedo con el dinero, mi rechazo a las relaciones, mis últimas lagrimas, mis puntos de cosquillas. Es increíble cuantas preguntas tienes para mi.

Quiero que trates de dejar el cigarrillo y odies que yo sea tan mala influencia... Quiero nunca olvidar  que me dejaste entrar primero en tu vida y después en tu cama.

Quiero tu centro, tu núcleo tiene esa parte adulta de contador de estrellas con la que luchas revelándote con cosas simples como estudiando. Quiero tu comprensión por los otros y tu odio a los ineptos y prepotentes. Quiero desesperadamente tus miedos incomprensibles y las cosas que ocultas, todo eso que se esconde detrás de tus camisas de cuadros, los quiero para mi... Sólo un pedacito... Sólo una pequeña parte.

Quiero que sonrías, te apenes, me abraces, me pidas bailar contigo, me bailes en el carro, me conozcas y me preguntes por qué me pareces loco, me dejes jugar con tu Darth Vader cara de papa, quiero escribirte en el tablero cosas que no entiendas. Quiero que me dejes leer tus pensamientos y que me des las gracias tanto como yo digo "lo siento".

Quiero todo.

Quiero que no se me salga un "te quiero"...

Lula

Lejos

Volvió a leer el cuento corto. Ya lo sabía de memoria, pero le gustaba vivir en una vida que no era de ella. Cerró los ojos y se imaginó all...