martes, 22 de mayo de 2018
El día que el día fue violeta
Cuando recibió la noticia no le dijo a nadie. Se sentó en el suelo a mitad de la tarde y miró por la ventana por un largo rato. A fin de cuentas, ese lunes aún estaba desempleada.
Había desempolvado a Antonia, se había presentado con su mejor fachada y una capa espesa de maquillaje y seguridad a la entrevista que le cambiaría la vida.
La depresión no es una buena compañía a la hora de cerrar ciclos... Pues era hora de deshacerse de ella, o de los ciclos.
El sol se colaba entre las cortinas aún cerradas. El olor a ser humano enjaulado se hacía insoportable. Sofía abrió las cortinas, abrió las ventanas, respiró el aire fresco que ofrece la mugrosa capital,y corrió al baño para vomitar el desayuno que descaradamente había consumido sin preocupación a las 11 de la mañana.
Tenía que reaccionar. Llamó a Daniel, pero al pensar que debía pronunciar un par de palabras sintió miedo. Colgó. El aire se había hecho pesado y la luz del sol había perdido su calidez, ahora era gris, como si un narcisista decidiera ponerle el filtro a la vida para que su foto a blanco y negro disimulara las imperfecciones de su cara.
"De verdad quiero ese trabajo" Había repetido tantas veces en su cabeza. En algún momento lo quiso, ahora solo deseaba dejar de respirar.
Aunque lo intentara, dejar de respirar es fisiológicamente complicado, así que trató de ahogar sus impulsos autodestructivos en lágrimas. Lloró como si hubiera muerto alguien, como si hubiera muerto ella. Lloró hasta quedarse dormida sobre las frías baldosas del baño.
Había tanto que hacer que era mejor perder el tiempo. Salió a dar una vuelta y observó la sucia ciudad con ojos de amor. Esa ciudad que había maldecido tantas veces, de repente se veía como un paraíso atestado de desplazados, indigentes, drogadigtos y ladrones. Esa era su ciudad, allí nació y creció, allí fue feliz y se rompió, y por primera vez durante su existencia, la amó.
Fumó un cigarrillo y vomitó en el basurero. La vergüenza ya no existe después de tornarse rutina el vomitar en público cuando la ansiedad estruja.
Le escribió a la mujer que había querido en secreto durante los últimos meses, le pidió que se vieran. Habría deseado besarla ese mismo día en ese mismo momento,entre el olor de la fruta podrida, bajo el farol de la esquina, y los orines de los pobres perros callejeros que fueron maldecidos por algún esnob de buen corazón, que para alimentar su ego trató de rescatalos... Solo un beso, en medio de la mierda de paloma. Pero no, no pudo. El día era violeta, y los días violetas no se deben empezar cosas -ninguna cosa-, porque los días violetas son de divagaciones, y divagar, al igual que querer, es peligroso.
- Belcebú
Lejos
Volvió a leer el cuento corto. Ya lo sabía de memoria, pero le gustaba vivir en una vida que no era de ella. Cerró los ojos y se imaginó all...
-
Una aficionada, una persona que solo lo hace por gusto, por gana. Sin preparación, ni tempos, sin ritmos ni rimas. Una aficionada que se de...
-
- El truco es ese, crear un discurso con el que se sientan identificadas todas . - me dijo mi conciencia mientras escuchábamos poesía barata...
-
Estoy en la edad en la que creía que iba a empezar a envejecer, y aún temo que mi vida no empezara todavía. ¿Cuántos años son suficientes?...