miércoles, 11 de diciembre de 2013

Calisto


Hice un viaje -no muy largo- a través de las masas relativas de las lunas jovianas. Estando en Ío me di cuenta que se me había hecho tarde. Había pasado más tiempo del debido en Europa y ahora no iba a alcanzar a llegar a Ganímedes para la función.


Tomé un expreso. No tuve suerte a pesar de llegar en tiempo record, y el show debía continuar. No me fue posible entrar. Me perdí de un espectáculo circense donde todas las criaturas hermosas se agolpaban con esas máscaras que una vez retiradas mostraban seres repugnantes llenos de cicatrices, odios, rencores, miedos y cigarrillos. Lamentándome por el deplorable espectáculo que me estaba pediendo me embarqué a Calisto. La pobre luna se había transformado en el sitio de tertulia de  los autoproclamados intelectuales, sabios y borrachos que pasaban la amargura de una vida existencialista con cerveza, vino y slurm. El viaje a Calisto se me hizo eterno, me imaginaba las criaturas en Ganimedes sonriendo horrorosamente, mostrando sus ilusiones rotas y alardeando logros inexistentes… Temía convertirme en uno de ellos.

Finalmente llegué a Calisto. Se respiraban aires románticos opioides, mientras voces deslumbrantes me recordaban que hay cosas que ignoramos y otras que no sabemos. Me senté y ordené una cerveza, luego otra, luego otras dos. Simplemente escuchaba, fumaba y asimilaba toda la "sabiduría" que estaba asfixiando la atmósfera. Me tragaba a bocanadas los peuso conocimientos que iban buscando oídos dispuestos a permitirles entrar.

Lo reconocí, era Evan, viejo amigo de penas y tribulaciones. Amigo de cervezas, tristezas y mierda. Con él había pasado momentos duros, había hijueputiado a muchas personas, había soñado con la tierra. Con él había reído de verdad, pero de esas risas que son pocas y difíciles de encontrar, son como diamantes Neptunianos que se esconden en la arena de los mares congelados, pero cuando afloran llenan de riquezas a quien los recibe.

Evan clavó su mirada en mis ojos, pidió dos cervezas y se sentó junto a mí:
- Tiempos aquellos cuando paseábamos por Calisto. - Dijo en tono divertido.
- Tiempos en los que aún no éramos monstruos - Respondió mi melancolía. 

Hablamos largo y tendido. Hablamos de política, amores, recuerdos, ideas, sueños y orgasmos. Hablamos de esperanzas rotas y problemas insolucionables. Brindamos por los vivos, los que para nosotros están muertos y por los muertos que deberían estar vivos. 

- Es tarde ¿Hasta qué hora pasan los expresos a Júpiter?
- Son las 25, ya no pasan. - Le respondí con poco animo.
- Tengo una habitación arrendada a unos cuantos bloques de aquí - Antes de que pudiera terminar la frase yo estaba en la calle prendiendo un cigarrillo. 

Compramos pizza, pasta y hamburguesas. La noche iba a ser larga. De nuestros labios se escapaban innumerables historias que necesitaban tratamiento. 

Llegamos a su habitación, era amplia y tenía algo similar a una cocina. Me senté en el sofá. Sestapamos la primera de muchas botellas de whisky marciano y empezamos a hablar. Las lagunas llenaron la habitación, pero alcanzo a recordar una frase: 

"Crees que es lo que mereces…" 

No recuerdo de qué hablábamos en ese instante, pero esa frase entró a mi cabeza como un monstruoso mapache a una carpa, revolcó todo y decidió quedarse a vivir allí.

Me desperté con resaca y ganas de morirme, había una nota en la mesita de noche:

"Salí a trabajar, vuelvo por ti a las 12". 

"Ni lo pienses" pensé. Tomé mis abrigo y mi desorden de cabeza y me fui. El expreso a Jupiter tardó 20 minutos en llegar, en ese tiempo tome varios litros de agua. Subí, llegué a Júpiter, tomé un espantoso bus lleno de polvo y uñas postizas, llegué a mi casa y dormí esperando que el monstruo ordenara mi cerebro. 

Al despertar mis pensamientos estaban en lugares desconocidos y mis sentimientos no sabían en qué cuarto habitar. Eso ya no estaba en mi cabeza pero el desastre seguía ahí, latente. Comí y me bañé esperando limpiarlo... Nada. Leí un mal libro en dos horas… Nada. Finalmente alguien llamó, alguien que iba a ver en el espectáculo de los seres horripilantes, alguien que me alegraba la vida,  alguien que había quedado en la misma habitación con la desconfianza y que no iba a encontrar el camino de vuelta al cariño...

Ayer se me metieron en la cabeza... Es más fácil tenerlos entre las piernas.

- Lula

Lejos

Volvió a leer el cuento corto. Ya lo sabía de memoria, pero le gustaba vivir en una vida que no era de ella. Cerró los ojos y se imaginó all...