- Lo siento, no sabía que…
- Está bien, estoy acostumbrada.
- Disculpame por ponerte entre la espada y la pared.
- Algún día tenía que pasar.
- Me siento muy mal…
- Ya no tiene importancia.
Ser un libro viejo no siempre es fácil… Al principio es maravilloso porque la gente ve historias magnificas, leen el prologo y los primeros capítulos y les encanta. El problema es que avancen en la historia, que la analicen. Muchas personas dicen estar enamoradas de las historias de los libros viejos y los empiezan a cargar en el maletín para leerlos en el bus, en los ratos libres, entre comidas. Tu te enamoras del libro.
Cuando lo lees demasiado, te das cuenta que los libros viejos tienen historias entre lineas, pero esas historias están ocultas a los ojos normales. Entonces te haces amigo del libro, de los personajes, enamoras a la doncella y matas al villano, seduces al libro, lo haces creer, lo obligas a creer, a querer… Ahí es cuando el libro decide contarte las historias entre lineas, detalles no revelados, pensamientos que los personajes no querían que salieran a la luz (recuerda, tu pediste al libro que te dejara entrar a ese centro que no debía ser husmeado por cualquiera), el libro te cuenta historias siniestras de lineas poco definidas y heridas abiertas. Ver el trasfondo del libro es como estar en medio de una guerra, conflictos de intereses, cicatrices, lesiones que aun no sanan…
Ser un libro viejo es difícil, los lectores esperan encontrar historias de personas fuertes, rudas, duras, capaces de ir en contra de cada corriente y cambiar la dirección del río. Cuando el libro te muestra que sus protagonistas son humanos, lo odias. Lo has leído, has entrado a su centro y no te ha gustado lo que ves, no es lo que prometía el vendedor, no es lo que prometía el título, no es lo que prometían las expectativas... Ya no lo quieres. ¿Qué se hace con un libro que no se quiere?… Se desecha.
El libro vaga por las mesas del café donde decidiste abandonarlo, pasa de mano en mano hasta que alguien decide leerlo. Lee el prologo, los primeros capítulos, le encanta. Esa persona se ha enamorado del libro y el libro se ha enamorado de él. Pensando que otros libros viejos han encontrado el amor verdadero decide volver a arriesgarse y dibuja con tinta tenue las palabras entre lineas y las historias que no se deben contar… Ese libro merece su suerte, sabe que sus detalles le quitan presencia a su historia, la transforman de imponente a tierna. Ese libro ha cometido un gran error: Creer.
Y vuelven a dejarlo sobre la mesa de un café, un escaparate, una silla en el parque. Hasta que alguien se enamora de nuevo.
Ser un libro viejo no es fácil, porque no aprende, no se acostumbra a que las personas nuevas no quieren libros viejos. Por suerte para las personas, pueden entrar en el interior del libro, leerlo, manosearlo, estrujarlo hasta que salga cada secreto de sus volubles letras y dejarlo abandonado sólo porque no les gustó lo que el valiente libro se atrevió a confesar. Los libros viejos no soportarán esto por siempre…¿Cuánto puede aguantar un libro viejo?
No sé en que momento nos volvimos libros viejos.
- Lula