martes, 12 de agosto de 2014

Los prejuicios de La bestia humana

Sofía tenía la creencia que se podía conocer a una persona por la respuesta a la pregunta "¿cuál es tu libro favorito?"... 

Las personas que responden inmediatamente la pregunta son aquellos que no tienen corazón, o biblioteca... Son personas que han leído poco y amado mucho por razones equivocadas y superficies brillantes. Los que afirman no saber son más sensatos, saben que hay infinitos universos en la mente de los escritores y que, al igual que el amor verdadero, podrían no conocer nunca a su libro favorito, sin embargo tienen opciones. Finalmente están los que no dicen nada, se conforman con un "no sé" pero tienen perfectamente claro sus películas favoritas y probablemente sólo coman palomitas con sal por miedo a probar el caramelo. 

Eran las 8 p.m. Sofía comía con su nuevo descubrimiento una hamburguesa grande con papitas agrandadas. Sofía no suele comer tanto, pero sabía que el viaje iba a ser largo. Se refería consigo misma a él como "su nuevo descubrimiento" porque había roto todos sus paradigmas, había hecho añicos sus reglas y se sentía feliz de conocer a alguien que no encajara en sus prejuicios,él la hacía ser mejor persona. 

Salieron a las  8:30 p.m., Sofía no maneja así que iba apenada porque no podía relevarlo en caso de que él se cansara. La probabilidad de perderse era alta, una carretera destapada, que de vez en cuando desaparece como si un gigante hubiese mordido sus bordes, poco transitada, poco señalizada, un pueblo que no aparece en la señalización. Una neblina tenebrosa se posaba sobre el carro de vez en cuando, pero a él  parecía no importarle, sonreía cada vez que Sofía cantaba estupideces y le decía "tranquila" cada media hora. 

Una noche hermosa, luna llena, estrellas con luz tenue al lado de la esfera blanca gigante que ha hecho soñar a millones... Era un sueño... Un sueño tétrico. 

Uno, dos, tres cigarrillos con sonrisa picara antes de desayunar. Un día soleado, demasiado para no ser incómodo caminar con botas pantaneras y camisa. El camino lleno de piedras y lodo, pájaros cantando y reptiles burlándose de la lentitud de los monstruos de botas de caucho. 

Una, dos, tres mil gotas de agua caían en la quebrada. Sofía, tan ágil en el agua como una roca se negaba a entrar del todo, él con su sonrisa perpetua la llevó hasta la espuma que golpea las piedras con ferocidad infinita. Uno, dos, tres cigarrillos sobre una roca mientras las espaldas se quemaban. 

Mil piquetes de zancudo se acumulaba pero el olor a hierba quemada hacia ameno el rato. La noche no es silenciosa en el campo. Él  bajó un pedacito de estrella, la puso en una barra y la encendió, el efímero placer de las barritas de pólvora que parecen arder por siempre. Las noches mágicas siempre tienen algo de luz. 

Parecía saber el punto exacto donde Sofía explotaba, sabía donde pinchar para volverla una niña de 5 años persiguiendo sueños en las montañas, parecía saber como abrazar y que responder para permitirle a Sofía ser todo lo inmadura posible. Sabía donde oprimir para sacar la felicidad e inocencia, para llenarla de fantasías y mundos irreales llenos de personajes de fábulas… Parecía saber con toda certeza como hacerla explotar y dejarla dormida junto a él.

La luna en un atardecer es irreal, su irrealidad depende del color naranja de las nubes que la rodeen. Las ranas pasan la carretera para saludar a los viajeros que las añoran... O para escapar de ellos. En todo caso son iguales de irreales a la luna rodeada de nubes naranjas. 

La bestia humana... Imposible saberlo, Sofía no podía conocerlo sólo con su respuesta. Contestó sensatamente, lo  pensó con cuidado y respondió "en este momento, La Bestia Humana". Imposible saber si era una interesante decisión, era un libro que Sofía no había leído... Un libro que quería leer, pensar, sentir, besar.

A veces las cosas que no conocemos son irreales. 


- Lu

Lejos

Volvió a leer el cuento corto. Ya lo sabía de memoria, pero le gustaba vivir en una vida que no era de ella. Cerró los ojos y se imaginó all...