jueves, 5 de agosto de 2021

Lejos

Volvió a leer el cuento corto. Ya lo sabía de memoria, pero le gustaba vivir en una vida que no era de ella. Cerró los ojos y se imaginó allá, entre la inmundicia de las palomas, la inseguridad del centro, los tumultos de gente miserable que solo quiere irse de allí.
Había dejado todo eso atrás, había dejado su infancia, su adolescencia, sus amigos, sus amantes ocasionales y a su familia. Tan poco sentido tenía el día a día en esa habitación ajena.

Recordaba con cariño las pizzas baratas, los chorros interminables de agua que bajaban del cielo, las casas coloniales, el buen café, los extranjeros borrachos tocando sus guitarras mientras los indigentes los miraban desde la esquina con terroríficas intenciones. Si se concentraba podía oler los orines en las esquinas, el smog. Podía sentir las miradas lascivas de los obreros, el mido al pasar una zona poco iluminada y , los abrazos cálidos de quienes le lidiaban los ataques de pánico.

Violeta estaba lejos, lejos de todos, lejos de si. Violeta estaba lejos, intranquila y sola. Violeta lagrimea al menos una vez al día, le escribe a su hermano y le dice que no es tan grave, aunque sabe que es demasiado para los dos.

viernes, 16 de julio de 2021

Esto

Nauseabunda ansiedad del no querer entender.
Y no sé si confiar mis días
Confiar mis sueños,
mis miedos
Que solo son miedos.
La nauseabunda ansiedad de entender lo que pasa.
¿Qué nos pasa?
La cuenta del vodka barato
Que utilizaré para emborracharme, 
decirte que te quiero,
Que nos quiero,
Que sí quiero
Pero que no.
Confío en esto...A veces.
¿Qué es "esto"?
Confío en las entrañas que arden y palpitan.
Confío en las montañas,
Tus montañas,
Emociones,
El sudor,
Mis caricias,
Las sonrisas,
En los dientes y esas pestañas.
Confío en esto,
Confío en mi
Pero no confío
No
No confío en ti.

martes, 4 de junio de 2019

Custodia compartida

Cuando por fin su mano encontró la dureza de su pezón y una erección se abrió paso instantáneamente, jamás dimensionó las consecuencias de ese aparentemente nimio acto.

De repente se vio rodeado de sus cosas, de su olor, de su rinitis en la mañana, de sus sacos y sus piyamas. En el baño se desbordaban los productos de higiene femenina. En la biblioteca dos nuevos estantes llenos de libros ajenos a él. En el baño un tapiz de arena. En la silla un gato, su gato, de ella, que lo miraba con ojos penetrantes y balanceaba la medalla en su cuello que decía "llama a mi mamá".

Su vida había sido un cómodo ir y venir de romances, desórdenes e independencia. Las relaciones se le daban bien, era un hombre estable, atractivo, inteligente y tranquilo. De vez en cuando los celos se paseaban por el apartamento, pero él los dejaba caer por el balcón. Y ahora, esa noche en particular, rebosante de trabajo y cansancio adicional tenía dos respiraciones más. Dos seres más en la habitación. Ella, bajo las cobijas durmiendo cómodamente con la despreocupación que se pierde con los años, y su gato, luchando un espacio en la cómoda silla azul que por legitimidad había sido primero del felino. Su dueña original era ella, y el felino le llevaba a él un par de meses de ventaja en la vida de ella. Ahora el gato y él luchaban por la custoria de esa poltrona azul rey.

Era abrumador tenerla en la casa, en su casa, junto a todas las mujeres que vivían allí. Todas esas mujeres viviendo en las libretas, los regalos, los souvenirs de viajes maravillosos, los cerditos encantados. Y ahora estaba también ella allí, durmiendo, ocupando el mismo espacio que las demás, haciendo rotos entre la nostalgia, los poemas de Borges, las prendas olvidadas, el maquillaje sin dueña.

¿Dónde estaban las promesas de diversión pasajera, de sexo de una noche, de olvidar lo que sucede? ¿Dónde quedó su fuerte independencia femenina, su libertad, su esquivo gusto hacia el compromiso? No entendía en qué momento había pasado del jugueteo de la masturbación a la convivencia. De las comidas seguidas de sexo salvaje a las cuentas de mercado ¿Dónde quedaban esas noches deliciosas seguidas de otras noches deliciosas con otra mujer?¿Cuántos placeres le había enseñado la mujer que ahora le pedía noches de cariño?

Ahora no sabía si sentirse extasiado o asustado. Si pedirle que se fuera o comprar más comida para gato. Se encontró a las 2 de la mañana en la silla azul, un martes lluvioso, pidiendole a la luna que se escondía tras las elásticas nubes, que ella se cansara, que se fuera...

Tal vez Sofía sí sería importante en su vida, pero no del modo que ella desearía.

- Belcebú


jueves, 27 de diciembre de 2018

Suspiros y cervezas.

Llovía a cántaros. Sofía se refugió en un café que parecía más una cantina abandonada.
- Hola Sofía ¿Cómo has estado? - Lina la saludó efusivamente.
- ¡Lina! - Sofía aún no la podía mirar a la cara.- ¿Cómo has estado? No te veía desde... - silencio incómodo.
- Muy bien. Ahora estoy muy bien. Me voy el otro mes a estudiar en Viena.
-¿Viena? ¿Qué vas a estudiar?
- Maestría en derecho comercial.
- Interesante
- Para nada, pero es lo que ahora da plata.
- De algo debemos comer ¿Y qué haces aquí?
- Escapo de la lluvia ¿Tú?
- Lo mismo.
- ¿Quieres un café? Yo invito - Se aventuró a decir Sofía
- Gracias, está bien.
Sofía y Lina habían sido grandes amigas. Sofía le había presentado a Goyo. Goyo se había encargado de romper a Lina. Sofía se sentía culpable.
- ¿Sigues con Nicolás? - Preguntó Lina mientras tomaban asiento.
- Oh, no. Ya no nos hablamos. Creo que él ahora está en Suiza - Respondió Sofía mientras se escondía en el menú.
- Lo siento. Que pregunta tan estúpida.
- No te preocupes, no terminó mal ¿Qué hay de tu vida?
- ¿Sentimental? Estoy de novia con un compañero de derecho. Es juicio, es un polo a tierra. Nos vamos juntos a Viena.
- Me alegro mucho.
- ¿Y tú?
- Yo salgo con... Alguien.
- ¿Lo quieres? - Lina observó a Sofía. Llegaron los cafés.- Lo quieres.
Sofía apretó fuertemente su pocillo. Se aferró a él.
- Pero... - Continuó Lina.
- Es sólo un juego.
- Quieres mucho a ese juego ¿No te quiere a ti?
- No, Lina. No me quiere a mí. Soy estúpida y no puede quererme a mí.
- Continúa...
- Yo...
Lina entendió. Hablar del tema iba a ser incómodo para Sofía, no sólo porque tenía un dolor casi físico en el pecho, sino por la naturaleza del mismo.
- Está bien. Creo que con la persona con la que menos deberías sentir vergüenza es conmigo. - Lina le tomó la mano con ternura a Sofía y continuó - Yo sé por lo que estás pasando. Yo te entiendo. Cuando Goyo llegaba con la sonrisa de Anne en sus labios yo no podía respirar. Anne y él... Escucha. Deja de perseguir quiénes son emocionalmente inaccesibles, entiende que tienes un vacío, pero llénalo con experiencias que no sean  autodestructivas. Ya verás como la sonrisa vuelve a tus ojos.
- Suenas como una tarjeta de felicitación. Parece que tus palabras las redactará un escritor barato.
- Burlate de mí todo lo que quieras, Sophie, pero ese agujero que tienes en el pecho es real. Ignorarlo lo va a agrandar, retirarte en cambio...
- Cambiemos de tema y de bebida, estamos muy trascendentales ¿Cerveza? - Dijo Sofía mientras se le aguaban los ojos.
- Por supuesto - Lina sonrió dulcemente.
Sofía se sumergió en la cerveza hasta olvidar que él la estaba usando para distraer los momentos de tensión y aburrimiento con ella. Pero por más que quisiera, el agujero en su pecho dejaba escapar suspiros y cerveza.
- Salud.
Belcebú.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Putamente difícil.

Estoy mamada que me la monten por ser mujer.

Es verdad que cuando menstruamos tenemos cambios hormonales que conllevan cambios de humor, dolor, debilidad y sueño (no en todos los casos), pero ¿Y qué? A un hombre lo soplan en un partido de fútbol y hasta llora... ¡A nosotras se nos desprende el recubrimiento uterino! Es una herida abierta y sangra ¿Cómo esperan que siga mi vida sin siquiera una molestia? Pero no me molesto porque estoy con la regla, me molesto por las injusticias, por el saboteo, porque me menosprecien, porque un tipo con un problema enorme de inseguridad me diga que no parezco profesional. Por eso sí me molesto.

Estoy cansada de tener tetas, de que digan "Seguro se acostó con el jefe para conseguir el trabajo", porque cuando eres mujer eres niña o puta, nada más. En realidad una mujer pocas veces llega a ser tratada como mujer, o es follable, o cuidable, pero no igual. Yo no llegué al trabajo buscando una figura paterna, mi padre hizo un buen trabajo y me enseñó a cagarla con orgullo y limpiar mi reguero con dignidad.

Hablemos de ser una niña. Yo tengo cachetes de menor de edad, voz de menor de edad,  ojos de menor de edad, pero estoy más cerca de los 30 que de los 18, aún así aún soy "niña". En eventos importantes, haciendo parte del comité organizador me han llamado "nenita", siendo jefa me han dicho "la niña", e incluso me han gritado cuando me he levantado y he dicho que los organismos del sexo femenino que podemos trabajar en este país somos mujeres, no niñas. No estamos jugando a trabajar, no necesitamos que nos lleven de la mano a cruzar la calle, no necesitamos que llamen a nuestros padres si un día no nos ven haciendo nuestro trabajo (juego, según tú). Somos mujeres, con ovarios funcionales y años encima, así que hago esta amable invitación a que se metan su "niña" blastoporo arriba (va para hombres y para mujeres).

Ahora hablemos de ser puta. Tiempo atrás, un ex novio me dijo: "Tú aprobaste esa materia (con mejor nota que él) porque el profesor estaba enamorado de ti". Enamorado. E n a m o r a d o. Es decir, mi belleza y carisma puede ayudarme a conseguir cualquier cosa que mi cerebro no va a poder. Resulta que el profesor no estaba enamorado de mí, solo disfrutaba trabajar conmigo mano a mano, como dos colegas, pero obvio, si no eres tierna y virginal entonces eres puta. Eres puta y te acuestas con tu jefe, eres puta y te le insinúas a todos, eres puta y te acuestas con todos (y con todos me refiero a solo uno, porque basta uno que diga que se acostó con una compañera para que los demás puedan decir "yo también", o tildarla de puta). Si no te acuestas con ninguno entonces eres una calientahuevos, porque obvio, si no eres virginal ni puta entonces eres calientahuevos, que es casi-puta, entonces yo lo pongo como "puta".

Señoras y señores: No me hace falta macho para ser feliz, tengo un vibrador que me hace venir en par minutos, se apaga cuando yo quiero, no me abraza en noches de calor y no me atraca la nevera al día siguiente. Si quiero una pareja es para tratarla como igual, para divertirnos, no para usarla como un desestresante indispensable porque - según ustedes- las mujeres no podemos vivir sin una verga entre las piernas. Pues no.

Hay miles de cosas que están mal en este mundo, y decirlas no me hace feminazi. Yo me rebelo contra lo que me molesta, y ahora, después de convivir con un montón de machos alfa- pecho peludo, y mujeres venenosas puedo decir que el término "feminazi" solo denota la falta de profundidad en los argumentos de quienes lo utilizan, porque no es lo mismo pedir igualdad que ser genocida, pero evidentemente no se le puede pedir profundidad a un charco.

Ya habiéndome desahogado, es hora de volver a ser la que la sociedad pide.

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Lula


domingo, 25 de noviembre de 2018

Domingos

Todos los días me levanto con ganas de estar muerta. Las ganas son recurrentes, no se quitan, no se lavan. A veces las olvido, cuando veo películas, leo libros o tomo cerveza, pero vuelven a mí.

He pensado mucho en cómo lograrlo. Sé que no puedo suicidarme, eso sería horrible para mi familia. Así que a veces paso la calle con el semáforo en verde, esperando pasarle el problema a alguien más. Fantaseo con que ese alguien es un asesino, un violador, o alguien que golpea a su mujer, así cuando lo encierren en la cárcel por homicidio no me de cargo de conciencia, aunque ya no importará, ya estaré muerta.

También pienso en las enfermedades. Soluciones como seguir fumando hasta que me de cáncer son tan consecuentes en estos momentos. Sería la solución perfecta si para mi familia no fuera escandaloso el cigarrillo.

A veces deseo que mi ex novio desequilibrado me mate, que un día se levante con la sensación de no poder más, tome un avión, llegue a esta ciudad y me mate. Sería un ejemplo de violencia y con suerte salvaría la vida de alguna o harían otra ley completamente inutil, como todas las leyes.

Entiendo que lo que me falta es una razón para vivir. Alguna vez una prima me dijo que su hija era su razón... Descargar en un hijo los deseos frustrados de suicidio me parece macabro, así que pedí cita para ligarme las trompas, pero la perdí por un viaje de trabajo.

A veces pienso en mis gatos. Sé que ellos van a estar bien, son gatos, podrían dominar el mundo si así lo desearan... Ellos estarán bien. Entonces pienso en una pareja, pero ya descargué mi alegría en alguien más y no funcionó, él es el que espero que me mate. Para completar esa situación, soy básicamente apreciada porque soy follable,  entonces amor, amor, lo que se llama amor, pues no. En algunas ocasiones soy apreciada porque no hay más. Tengo cariño asegurado hasta que encuentren algo mejor.
"Venga, observe, diviertase con el "mientras tanto". Vale solo un par de sonrisas y abrazos. Es desechable, amigable con el ambiente, reciclable". 

¡Bum! Esa soy yo. Soy una maldita científica sentada al lado de la ventana de su casa, secando unos cigarrillos con el encendedor de estufa, mientras esconde en el baño la bata para que no coja olor a vicio. Estoy segura que con lo que gasté en cigarrillos en los últimos 10 años pude pagar un terapeuta los últimos 5, pero ya no puedo hacer mucho.

Lo mejor será que me acueste a dormir, mañana podría por fin estar muerta.

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Lula

martes, 26 de junio de 2018

La ciudad del sol

Miles de bolsas danzaban al ritmo de los buses que dejaban a su paso una estela de esmog y cáncer de pulmón. La comida a medio pudrir se acumulaba en las esquinas, despidiendo un olor nauseabundo pero familiar para Lucía. Miró al cielo, "Este es el mismo azul del amanecer" pensó. Cualquiera que mirara al cielo en  ese momento no podría distinguir si estaba a punto de nacer o morir el día. Pero la gente ya no se detiene a ver los atardeceres. Lucía sí. No muy frecuentemente, sólo cuando la recordaba sin en realidad recordarla, sin poder dibujar su rostro en su cabeza, sin poder detallar sus ojos color café como el tinto que ella tanto amaba, o como la mierda. La recordaba sin siquiera recordar su nombre, solo su olor a formol, alcohol antiséptico, guantes de nitrilo, galletas y cigarrillo. La recordaba entre el grito desenfrenado de los loros y la luz que se colaba entre los árboles. Esa tarde no, esa tarde no la iba a recordar.
Su vida había tomado el rumbo que tanto había deseado y se iría lejos de esa odiosa ciudad, llena de lluvia pestilente e indigentes que gritan para detener el fin del mundo. Se iba de esa ciudad ajena, fría, solitaria. Se iba junto a la mujer que amaba, a recorrer las cálidas calles de otra ciudad que ofrecía cariño a manos llenas  y delicias gastronómicas... Se iba lejos, lejos del frío, lejos...
Se sentó a disfrutar uno de sus últimos cafés en ese peculiar establecimiento decorado con ilustraciones científicas de plantas, debidamente etiquetadas con el nombre científico, fecha de colecta, nombre de colector y lugar de colección. Cómo le gustaba ese lugar... Cómo odiaba esa ciudad.
Una voz nasal se abrió paso entre la música independiente y desabrida que alimentaba el espíritu esnobista del café. Llegó a los oídos de Lucía.
- ¡Lucía! Tiempo sin verla
- Gerardo ¿Cómo me le va? ¿Qué acontece en su vida?
- Nada, todo igual en la ciudad de nadie ¿Y usted qué más?
- Igual - Lucía mintió, no quería rumores ni despedidas.
- ¿Cómo está la doña?
- Cristina está bien, en la ciudad del sol. Estamos bien.
- Suerte la que tienen los que viven allá. - Gerardo suspiró. Lucía se sintió complacida, pronto ella haría parte de la ciudad de sol.
- ¿Cómo está Karen?
- Bien, también disfrutando de la ciudad del sol. Viene a visitarme la otra semana, podríamos ir por un trago.
- No quiero hacer un mal trío.
- No lo hará, Lucía. Usted siempre es buena compañía.
- Favor que me hace, Gerardo.
- Deberíamos planear un viaje a la ciudad del sol, podríamos salir los cuatro a Tapioca.
- ¿Cómo en una cita doble?
- Diciéndolo así, Luchi, me hace quedar como un imbécil.
- Disculpe usted, Gerardo. No era mi intención. Su oferta es muy amable, pero no me gusta ir a  Tapioca. Las discotecas concurridas no son mi espacio. En todo caso podríamos salir con Karen a tomar algo en la ciudad del sol.
- Comprendo. 

Lucía no tenía ganas de mantener una conversación sobre mujeres, sexo y el nuevo álbum de Gorillaz. No era el día para eso. Miró el reloj.
- Es tarde, debo irme. Fue un gusto encontrarlo, Gerardo.
- El gusto es mío, Luchi.
Lucía dejó el dinero del café sobre la mesa, tomó su libro, el periódico de ayer que siempre le regalaba la señora de la panadería, y se levantó.
- Lucía, espere... Usted tuvo algo con Adela ¿Verdad? - Gerardo clavó la mirada en el pocillo vacío de café de Lucía.
- ¿Por qué la pregunta, Gerardo? Yo tenía entendido que solo eran amigos...
- Con Adela nunca se era solo amigos... Ese día, en el concierto... Yo tuve cargo de conciencia un tiempo, pero al menos yo fui, usted no, y tampoco volvió a hablarme.
- ¿Cuál concierto?
- El de Gorillaz... Ella y yo eramos... Yo no iba a perder la boleta. Total, ya no había nada que hacer.
- Gerardo ¿De qué habla?
- Del funeral, Lucía ¿De qué más le voy a hablar? El funeral a que usted no fue. Yo fui solo un rato, hablé con el hermano y le dije que ya volvía, pero me fui al concierto con Karen... Adela nunca fue Karen, pero le tenía algo de aprecio.- Gerardo sacó el dinero para pagar su café y pidió la cuenta. Lucía tomó asiento.- Ella la quiso Lucía. Alguna vez me lo dijo. Y así no me lo hubiese dicho... Usted debió tener sus razones, pero debió ir, al menos un rato... O no. Usted tiene sus razones.
- Gerardo... Yo...
- No tiene importancia, Luchi. Olvídelo. Ahora soy yo al que se le hace tarde. Nos vemos el viernes donde Rogelio.
Gerardo se levantó y salió a toda prisa. Lucía se detuvo unos segundos a contemplar una ilustración de un Abutilon. Adela le había enseñado que en la base de esas flores uno podía encontrar néctar y endulzar las lluviosas tardes de la ciudad de nadie... Adela... ¿Qué pasó con Adela?
Salió a la calle buscando a Gerardo. Necesitaba una explicación. Lo vio montarse a un destartalado bus en medio de la lluvia.
Lucía había decidido alejarse de Adela cuando ella se mudó a la ciudad del sol. Sabía que estaba aburrida, pero no aburrida como se está un viernes en la noche cuando no se tiene amigos. Aburrida de verdad.
Era joven y había conseguido lo que se había propuesto: vivía en la ciudad de sol (sueño de toda persona que vive en la ciudad de nadie), tenía el trabajo que todos deseaban y tenía dos hermosas cacatúas que amaba como si fueran sus hijas. No era delgada, no pasaba hambre. No era atractiva. No le faltaba nada, lo había logrado. Y eso es peligroso cuando se es joven.
No tenía que preguntarle a nadie, ella sabía que había pasado. Las pastillas no habían hecho un buen trabajo. El concierto de Gorillaz había sido un lunes ¿Quién hace un concierto un lunes? Adela odiaba los domingos, la ensombrecían. Seguro fue con pastillas, le gustaban las pastillas ¿O habrá tratado de volar? Sintió náuseas, trató de no pensar en eso, en ella, en el pavimento, las pastillas, el frío.
Caminó por inercia hasta el bar donde habían ido a celebrar la graduación de Adela. Entró. Se sentó en esa mesa mirando a los peces que a ella le gustaba mirar. Pidió un Ron doble y una caipirinha, puso la caipirinha frente a la silla vacía, esa silla donde Adela se había sentado varias veces. Bebió el ron. Pidió otro. Bebió. Pidió otro. Bebió. Regó la caipirinha, como tantas veces lo había hecho Adela sin quererlo. Sonrió. Ella era torpe, torpe y graciosa... Era...
Se levantó, pagó la cuenta y se dispuso a empacar en cajas sus pertenencias. Sería una larga noche. A fin de cuentas, la vida sigue, y a Adela nadie podía salvarla...

Total, ya no había nada que hacer.

- Belcebú

Lejos

Volvió a leer el cuento corto. Ya lo sabía de memoria, pero le gustaba vivir en una vida que no era de ella. Cerró los ojos y se imaginó all...