jueves, 11 de julio de 2013

Antonia


  Antonia es una mujer de 25 años, a veces graduada de Biología hace unos 4 años y dedicada a la Gestión Ambiental, a veces estudiante de maestría de Administración de recursos ambientales, a veces simplemente no sabe que estudió. Es una importante ejecutiva con una inteligencia innegable para los negocios. Tiene el cabello negro, a veces castaño, a veces mono. Tiene ojos de café, como el tinto que toma todo el tiempo, como el olor de su pelo, como el sabor de sus besos… Algunos dicen que ese café la define. Pero lo que en realidad define a Antonia es Carlos. Carlos es el prometido de Antonia, es un importante ejecutivo que viene a visitar a Antonia cada seis meses, y cada seis meses Antonia sale a los mejores restaurantes de la ciudad con personas cuya cuenta bancaria es más grande que sus corazones y hace lo que Carlos quiere.

  A Antonia no le gustan las reuniones ni las comidas de negocios, pero Carlos sabe que ella es muy carismática y puede llegar a las personas con una sonrisa, así que le promete una noche mágica después de la comida y ella acepta. Ella haría cualquier cosa por Carlos, pero él aún no lo sabe.

  Después de muchas sonrisas y un buen escote durante la comida, Carlos se detiene en alguna tienda y le compra a Antonia una botella de bebida tipo Champagne que a ella tanto le gusta, una caja de chocolates y una tabla de carnes frías. Lleva a Antonia a un mirador en lo alto de la ciudad y le pide al chofer que eventualmente los recoja allá. Allá Antonia es feliz, toma de esa Champagne que en realidad no es Champagne, come y habla con Carlos hasta el amanecer… Hasta que llega Germán, el chofer, y los lleva a la casa para pasar la mañana juntos.

  Antonia es mucho menor que Carlos. Carlos vive en otro país. Antonia no sabe si Carlos tiene a alguien más. Antonia no siempre es Antonia y tampoco sabe si Carlos es siempre Carlos. Pero eso no le importa, las mañanas juntos hacen que a ella nada le importe.

  Por otro lado, las tardes con Carlos son frías. Él tiene mucho que hacer, muchas llamadas, muchas reuniones, muchas revisiones de los estados financieros de los últimos seis meses… Así que Antonia duerme por las tardes, para no molestar a Carlos y soñar con la noche que tendrá en unas horas.

  Pero hoy Antonia está triste, se acabó el tiempo con Carlos  y sabe que tendrá que esperar seis meses para poder volver a verlo. Así que se pone un vestido bonito y unos tacones altos. Saca del cajón su mejor sonrisa para ir al aeropuerto. Lo que él no sabe es que esa noche Antonia se pondrá unas botas de caminata y se irá a caminar por la ciudad buscando alguien que le haga olvidar que él no es Carlos. Por ahora sonreirá como la prometida del exitoso empresario, lo abrazará y le dirá esa frase que sólo se dicen cuando se van a despedir "Quiéreme siempre"... "Quiéreme siempre".

  Hay días en los que me despierto siendo Antonia. Me miro al espejo y veo los ojos de Antonia, la nariz de Antonia, la boca de Antonia y la actitud de Antonia. Esos días me baño, me peino, me maquillo, me subo en unos tacones y me pongo ropa bonita. Sólo esos días, los otros ni me miro al espejo. En realidad el resto del año estoy en contra del uso de tacones, pero cuando llega Antonia todo es diferente. 

- Lula

martes, 9 de julio de 2013

El reto

    Hay cosas tan profundas que cuando te sumerges en ellas y miras para arriba, te das cuenta que la superficie está muy lejos y posiblemente se te acabe el aire antes de sacar la cabeza... Hace poco me sumergí, pero cuando llegué al fondo noté que no sabía nadar... Con temas como esos yo juego a hacerme la idiota, a no prestar atención.

  - Hace poco escribí que necesitaba dos hombres: uno que alimentara mis ojeras y otro que las cuidara. Soy de las personas que siempre tienen ojeras, son casi permanentes, la diferencia es que quien las alimenta no es la droga, ni un idiota que me habla palabras bonitas, el que las alimenta no es mas que un recuerdo. Y es que es imposible terminar con un recuerdo; las personas tienden a recordar las cosas buenas del pasado y omitir las malas, eso en psicología social se llama "pasado rosa" (Te debo la cita y el autor), por eso es más fácil amar a los fantasmas. - Inhala

 - Mi recuerdo tiene más de 7 años de enamorarme,  fue alguien especial, además de ser mi excusa perfecta para justificar facetas que odio de mi personalidad. Aún no se deteriora (mi recuerdo, porque mi personalidad se agota a cada suspiro), y aunque estoy segura de que mis recuerdos no son 100% confiables, si son un pajazo mental para sentirme feliz.  -Inhala

 -Todo pasado fue mejor: Mentira. La distancia enamora: verdad. Dado que es más fácil recordar las cosas buenas, el amor será perfecto si la persona está lejos y no tiene oportunidad de cometer un error. - Inhala

 - Pero te reto a sumergirte en los recuerdos hasta llegar al fondo... El fondo de los recuerdos puede estar hecho de espuma o de espadas, y cuando alguien cae en las espadas, es difícil recordar que uno si sabe nadar." - Bajó la mirada y siguió fumando su cigarrillo sin filtro.

Yo la miré con tristeza y pensé en cuantos días nos quedaban juntas en el barco hasta llegar a Júpiter, en cuantas veces habría ensayado ese discurso, pensé en cuantas repeticiones le habrían antecedido al descubrimiento de la teatralidad del cigarrillo. Ella se lo había robado, se había robado mi cigarrillo, se había robado el pozo con fondo de espadas que yo caminaba, se había robado mis años... Y ahora quería robar la calidez de mi recuerdo.

- Belcebú. 

domingo, 7 de julio de 2013

El experimento


Ese era básicamente un experimento.

Hace unos años leí en una revista científica que las personas que podían mantener por mucho tiempo una mentira tenían algo especial, ya fuese tendencia a la psicopatía o un nivel de pensamiento atípico. El artículo mencionaba que la credibilidad se ponía a prueba cuando se creaban espacios irreales y difíciles de concebir, y decía que si la persona lograba generar persuasión en mentes cercanas siguiendo determinados patrones, posiblemente iba a lograr con psicología social lo que no habría logrado con méritos éticos.

Cuando leí esto mi vida se resumía en un tedio tan denso que se acumulaba en las paredes
como melaza que atrae moscas. Así que decidí ponerme a prueba. Me sentaba en la oficina a analizar patrones de comportamiento y temas de conversación, después trataba de usarlo a mi favor. Inicialmente lo logré, lograba que mi jefe, mis compañeros y mis amigos más cercanos me creyeran situaciones absurdas. Sin embargo, ninguna mentira se sostiene para siempre; al aparecer redes sociales en la vida de las personas me vi en líos para mantener el soporte de mi propio juego… Poco a poco la duda empezó a rodear a los que me escuchaban y caí despacio, como deslizándome lentamente sobre rocas en un barranco. Cuando me vi encerrada busqué a un estudiante de psiquiatría para pedir ayuda, mi mundo se estaba derrumbando y la gente que conocía se iba a alejar de mi, no conté con que el estudiante tenía la misma curiosidad que yo, por lo que la solución de ambos fue fingir demencia (literalmente) en caso de ser atrapada y seguir con el plan original.

La mentira duró 5 años. Para cuando me vi atrapada, acababa de ganarme otro trabajo en otro lugar y había formado un circulo social paralelo para esperar lo peor. Pero cumplí la meta de la que hablaba el articulo, cinco años.

Perdí más de lo que gané, perdí valiosas amistades, un noviazgo de varios años y la confianza de un grupo de gente que sabía eran buenas personas. Además me gané el titulo de loca. La solución: empezar desde cero y no volver a intentarlo.

Ayer, con unos tragos de más, una de las personas involucradas en mi vida anterior me preguntó sobre el tema y por primera vez no fingí demencia, la miré a los ojos y le expuse la verdad… El dolor en esos ojos hizo que volviera a sentir ese remordimiento. No gané nada, no me sentí mejor, ni más inteligente y mucho menos más interesante… Me sentí sola.

Pero hoy tengo una sonrisa irritante conmigo, porque por fin aprendí la lección y por fin me hice cargo de mis acciones. Por fin me di cuenta que para mi sentirme sola es normal, pero lo más importante es que por fin demostré que mi locura no es de ese tipo.

- Belcebú

Lejos

Volvió a leer el cuento corto. Ya lo sabía de memoria, pero le gustaba vivir en una vida que no era de ella. Cerró los ojos y se imaginó all...