¿Han sentido miedo?¿Miedo real, frío, sombrío, de esos que hacen doler la cabeza?
Soy de un país violento, lleno de gente que maravillosa, con un pequeño porcentaje de odio y rencor... ¿Hasta dónde puede aguantar el cuerpo?¿Hasta dónde duele?
El cuerpo nunca se acostumbra al dolor físico, pero ¿al emocional?. La tortura de las balas, las bombas, los muertos, las desgracias. Las desdichas ajenas apenas rozan los oídos de los que piden justicia, creyendo que unos barrotes reviven muertos, devuelven el tiempo, restauran la infancia ¿Y quienes piden justicia? Quienes viven los horrores de la guerra no, ellos saben que la justicia no existe, saben a lo que sabe la sangre, a lo que huele la carne cuando se vuelve sólo un cuerpo...
En mi pais violento hay dolor, pero por regiones... Niños y adultos de lugares marginales mueren a diario, ya sea de hambre o de un tiro, o por una mina que explota bajo los pies. Niños y adultos sufren, lloran, tiemblan de miedo. Al otro lado de la montaña, niños y adultos sonríen, hacen fila para comerse un helado, ven los estrenos de las películas de Hollywood, se molestan porque les roban el celular, porque el sistema de transporte masivo apesta, porque la ciudad es un caos... Caos... Caos levantarte con el sonido de la muerte penetrando en la carne, en los huesos, helando la sangre y riéndose de ti. Caos escuchar como alguien muere junto a ti, con terror, con dolor. Caos como explotan las bombas, como explota la vida, como todo se reduce a un sonido ensordecedor... ¿Caos en la ciudad?...
En mi país violento las personas ven las noticias sin sentirlas, "Eso no nos toca", "A mi nunca me ha tocado", "eso es mentira". En mi país violento, no ha pasado un día en que las personas no mueran sin "justa causa", ya sea por guerra, odio, mal servicio de salud, por robarle el celular o las tierras, porque estaba donde no debía, porque vio lo que no tenía que ver... Y en mi país violento, las personas de las montañas mutan y se vuelven otra especie, una especie lejana e indolente, una especie que no puede reproducirse con los que no están en las montañas, entonces ¿Por qué preocuparse de alguien que no es de la propia especie?... En mi país violento la gente se fragmenta, todos son uno en un partido de futbol pero son miles de individuos apáticos en dolorosas situaciones reales. La gente se fragmenta, se corta la vida, se olvida del dolor...
¿Y si el cuerpo tampoco se acostumbra al dolor emocional? La contaminación, los días grises, el sonido de los pitos en un trancón, la incompetencia de la policía, las filas interminables y todo lo que caracteriza a las ciudades de las montañas de mi país violento se mezclan con el dolor, se vuelven una sustancia gris, llena de humo de carros y cigarrillo, de vale-huevismo por la gente que nos rodea, se mezcla, se inhala, se come, se consume... Se vuelve odio...
Y de repente, eres otro, odias la gente, y odias tu suerte, odias nacer aquí, odias estar allá, odias no tener para construirte una casa frente al mar en tu propia isla, o no tener para los zapatos finos. Odias las noticias, odias a los muertos porque te arrebatan tu felicidad y a los vivos porque te arrebatan tu espacio... Y en algún punto te vuelves como ellos, como los que propician la violencia, te llenas de odio y ya no te duele los muertos del día, los del mes, los del año. Los odias, a todos... ¿No te estás odiando a ti?
Y en este hermoso país violento, lleno de animales increíbles y paisajes irreales ¿Tendremos que pagar un precio por tanta hermosura?¿Por qué tanto odio? Y odias a los homosexuales y a los heterosexuales vulgares. Odias a las que se visten impecable y a las que usan ombliguera. Odias a las lindas y a las feas. Odias la derecha y la izquierda. Te odias.
Y por ese odio, hoy, en este, mi país violento, pagan las personas que no son de la montaña, porque por una vez alguien que no era odio les dio la esperanza, y este país violento la arrebató. Y clamas justicia, escondes ese odio tras un ideal, porque no es justo que a alguien -que no conoces- le mataran la familia -que no conociste-, y el asesino -que nunca viste- no merece perdón del dios -al que nunca escuchas-. Y por eso todos tienen que pagar: ese alguien que quedó vivo paga por no haber muerto, la familia por dejarse matar, el asesino por matarlo. Y si no hay justicia entonces quien vive no merece la vida digna, porque en la montaña así funcionan las cosas, nadie sabe a lo que sabe la sangre pero sí la venganza.
Mi país violento, es un mal chiste, una contradicción... Y aún así, me duele.
Yo siento miedo, traté de quitármelo con un baño de agua caliente -como hacemos los de la ciudad-, pero no se fue. Traté de escurrirlo con una toalla, traté de calentarlo con un chocolate caliente, traté de purgarlo con lagrimas... Pero no funcionó.
No soy gris, sí me duele, sí lo siento, sí es mi pueblo, sí es mi gente, sí es mi especie. Sí tengo un corazón, sí quiero un mundo mas justo pero sí me pongo el reto de perdonar para que quienes aún vivimos no sigamos en este, mi país violento, y podamos ocupar un país en paz. Sí me ilusioné, sí creí, sí me esperancé... Sí tengo miedo y mientras me bañaba sí me rendí. Pero ahora sí pienso que, tal vez, podamos sacar esa masa gris del corazón de algunas personas y lograr el perdón que tanto necesita este país; el perdón de personas a las que sólo les han arrebatado impuestos pero aún así escupen palabras de odio a asesinos sin rostro e ignoran a víctimas que ya no tienen voz de tanto gritar.
Yo no conozco la paz, pero me han dicho que es una gran compañera.
Luisa.
domingo, 2 de octubre de 2016
miércoles, 7 de septiembre de 2016
No me gusta
Estar enamorado es un acto de fe... No es madurez, para mi es todo lo contrario. Es olvidar la fragilidad de las cosas y obligarse a soñar, porque enamorarse creyendo que las cosas se pueden acabar -para mi- no es enamorarse.
Me encanta levantarme en las mañanas y verlo aún durmiendo. Me gusta su cara de serio cuando está leyendo, abrazarlo cuando está concentrado, darle un beso, hacerle tinto... Me gusta estar en su casa, rodeada de sus cosas, sus fotos, sus plantas, así él no esté. Me gusta desordenarle la vida, llenarle el piso de talcos, regalarle libros.
Me gusta llamarlo cuando tengo problemas y celebrar con él las buenas noticias, me gusta ese segundo cuando me dice "todo va a estar bien".
Me gusta el sonido de su voz... Es una voz... Distinta... Profunda... Suave... Casi cremosa... Me gusta que me hable, me pregunte, me cuente. Me gusta su voz seria, su voz feliz, su voz neutra, su voz dormida, su boca.
Me gustan sus medias, sus sacos, sus camisas. Me gustan sus ojos, son pequeños y lo hacen parecer serio, su forma de pararse a meditar las cosas, su forma de caminar.
No me gusta cuando me pone a decidir.
...Todo se va a ir a la mierda
-Lu
Me encanta levantarme en las mañanas y verlo aún durmiendo. Me gusta su cara de serio cuando está leyendo, abrazarlo cuando está concentrado, darle un beso, hacerle tinto... Me gusta estar en su casa, rodeada de sus cosas, sus fotos, sus plantas, así él no esté. Me gusta desordenarle la vida, llenarle el piso de talcos, regalarle libros.
Me gusta llamarlo cuando tengo problemas y celebrar con él las buenas noticias, me gusta ese segundo cuando me dice "todo va a estar bien".
Me gusta el sonido de su voz... Es una voz... Distinta... Profunda... Suave... Casi cremosa... Me gusta que me hable, me pregunte, me cuente. Me gusta su voz seria, su voz feliz, su voz neutra, su voz dormida, su boca.
Me gustan sus medias, sus sacos, sus camisas. Me gustan sus ojos, son pequeños y lo hacen parecer serio, su forma de pararse a meditar las cosas, su forma de caminar.
No me gusta cuando me pone a decidir.
...Todo se va a ir a la mierda
-Lu
sábado, 11 de junio de 2016
¿Quién es el muerto y quién es el monstruo?
Terminar un libro es doloroso, es saber que no vas a volver a ver a esos amigos, lugares y cosas. Es darle la espalda a esa realidad permanentemente y volverla recuerdos, que son tuyos, que viviste pero al tiempo no.
Para las personas que podemos revivir momentos, sensaciones y malestares, acabar un libro es como matar a alguien y tomar cantidades industriales de alcohol para olvidar el muerto. Viene entonces la tristeza, la negación, los sueños que dejan cambiar la historia, las ganas de volver a los momentos, los lugares...
Puedo revivir el malestar del dengue, el guayabo, el miedo por una película, la alegría por un regalo. Puedo saborear las mañanas perfectas y volver a llorar por las que alguna vez me hicieron infeliz. Incluso puedo ponerme en el puesto de otra persona y llorar de alegría por el personaje de un cortometraje que encontró la paz o gritar de miedo por la víctima #3 del asesino en serie...
Se llama empatía. Hay gente más empática que otra, hay gente que debe ver la situación para sentirla, yo puedo simplemente imaginarla... Eso es un problema.
Me golpean las historias tristes porque puedo incluso sentir dolor por lo que cuentan... Puedo sentirme sola, triste, asustada.
Puedo imaginar el miedo de esa mujer de la historia al ver la prueba de embarazo positiva, el pánico al rememorar que el padre es sólo un conocido, la desesperación al escuchar "¿te vas a encartar con un niño viviendo en las condiciones en las que vives?", la soledad, las cuentas, las noches en vela, el temblor en las piernas... ¿Cuántas veces he escuchado esa historia?
Puedo pensar "¿qué clase de monstruo puede decir eso?" "¿Pueden existir personajes tan macabros?" Y entiendo que en una persona existen mil caras, "en toda historia hay un malo con una mejor versión" me gusta pensar. ¿Y si la complejidad de los personajes es tan grande que es difícil dimensionar? ¿Si pasa suficiente tiempo podría cambiar? Después de todo son humanos, como nosotros.
Los escritores se desviven inventando personajes creíbles ¿O sólo plasman historias de personas reales? ¿Alguna vez hemos sido tan repugnantes para merecer ser el malo de un libro?
Y después pedimos perdón - como si el perdón cambiara la historia-, seguimos con nuestra vida, cambiamos de círculos, olvidamos a las personas, tal vez hablemos de ellas de vez en cuando, con burla, con desprecio o con arrepentimiento... ¿Para qué? Esa necesidad de limpiar y cerrar ciclos, eso no borra el dolor, la angustia, las náuseas.
¿Y si un día toca pagar por lo hecho?¿Y si queremos ser buenos, felices y tranquilos?
Todos merecemos una segunda oportunidad, todos hemos mentido, sufrido, llorado. Todos tenemos miedos profundos, cicatrices, razones. Estamos llenos de motivos, remordimientos y pecados... Entonces ¿Quién es el malo de la historia?
¿Y si un monstruo se enamora?
-Lula
lunes, 4 de abril de 2016
Urna de cristal
Fueron 2 largos minutos... Tomó dos minutos escuchar esas palabras, escuchar que no quería decirle por teléfono pero ella no lo había dejado ir a visitarla, que no quería perder el tiempo y que no quería algo así. Escuchar que lo sentía, que no quería hacerla sentir mal pero que él quería estar con una persona, con un humano... ¿Una persona?¿Y qué era ella?
Tal vez si es un animal de circo, de esos en exhibición ¿han visto alguno? Son bonitos, uno los mira 5 minutos y pierden su encanto. Eso explicaría todo.
Tomó sus cosas y salió a buscar alcohol. Una buena cerveza lo cura todo. Caminó hasta el bar, era media hora y se había puesto unos tacones pero el masoquismo viene bien en algunas situaciones. Hizo cálculos, sólo tenía para dos cervezas y el bus de vuelta, le iba a tocar buscar a alguien que le pagara las borracheras.
Prendió un cigarrillo. Imaginó como iba a ser su vida de ahora en adelante, imaginó los viernes de alcohol, los besos insípidos, la baba de borracho. Pensó en el patético ritual de tomarse fotos para la lujuria de otro, en el miedo de que esas fotos circularan, en la envidia.
Prendió otro cigarrillo. Pensó en las noches vacías, las madrugadas necias, el desagradable olor a sexo de quién no la quiere. Pensó en las mascotas de la gente ajena, los orgasmos fingidos, los taxis a media noche, la huída sin despedidas.
![]() |
http://blogs.diariovasco.com/mascotas/files/2012/11/ tortuga_comiendo.jpg |
Pensó en los cuartos que sólo vería una vez en la vida, en los olores de la ropa de cada persona, el sudor, otra vez las babas, los ojos, las manos, el tacto.
Pensó en las ganas de esconderse en su armadura después de el uso y el desecho. Pensó en armaduras, en caparazones, en su tortuga... En medio de tanto drama y náuseas no la había alimentado. Ella dependía de su bondad para no morir de hambre... Dependía de ella. La imaginó en su urna de cristal, con el calentador encendido, nadando contra las paredes y buscando comida entre las piedras.
Llevaba 15 minutos caminando. Pensó en alimentarla al día siguiente, en dejarla sufrir una noche, para que las dos experimentarán lo mismo.
Se devolvió. Caminó en tacones otros 15 minutos, volvió a su casa, entró a su cuarto, vio la cama destendida, la botella de vino a medio terminar, el teléfono en el piso juntó al computador, la comida servida y fría... Y la tortuga mirándola, con ojos bonitos... Ojos de hambre.
- Esto no puede volver a pasar. - pensó.
Le llevó una copia de la llave a su vecino, el de enfrente, el que estaba bueno pero vivía con la mujer, el que dice que también le gustan las tortugas. Le pidió que si algún día podía alimentar a la tortuga cuando ella no pudiera, le dio indicaciones de en donde estaba la comida y el acuario. Volvió a la casa, entró al cuarto, vio a la tortuga comer, se despidió y salió de nuevo, esta vez sin tacones.
La tortuga aún recuerda esa mañana. Temprano el vecino vino por ella, se llevó su urna de cristal a su casa, se la llevó a ella también, le dijo que su dueña la había querido mucho pero ya no podía cuidarla.
La tortuga creyó que se había ido con el que la hizo llorar... La tortuga no supo que ella encontró quien le pagara la tercera cerveza, y la cuarta, y la quinta. Quien la llevara al cuarto. Quien la amarrara. Quien se saliera de control... Su último pensamiento fue "Mi tortuga".
- Belcebú.
sábado, 26 de marzo de 2016
Tinto a la mitad
Las noches traen consigo un sentimentalismo oscuro, un coraje irreal y un frío físico, finito y doloroso. Las noches son aquellos momentos donde mirar al horizonte y pensar en lo perdido no es tan ridículo... Las noches nos engañan.
¿Son sólo las noches?¿Es sólo la vida?¿Cómo saber que sí se puede, sí se logra, sí dura? Detalles pequeños, frases sueltas, miradas cortantes, todo daña... Todo... Lentamente se incrusta en un pedazo del cerebro dedicado al rencor, a rasgar, a desgastar. Ese pedazo de la vida que lastima, que no sirve, que inquieta profundamente y no deja respirar. Ese pedazo de uno mismo que envuelve en capas de miedo y hacen sentir que llueve sobre nosotros, que la vida puede con todos y no vale la pena intentar.
Pero es en las noches que esas finas heridas se abren, que sale el monstruo del armario, que atacan. Es después que se oculta el sol que se toman las decisiones más estúpidas, que decidimos ser impulsivos, que pagamos por nuestros pecados... Es el peligro de la noche el que nos marcará en las mañanas siguientes.
Esta noche decidí que me niego a vivir lo que otros están viviendo; me niego a vivir por el trabajo, por el dinero o por el ego. Me niego a llenar mi cerebro de aire -alimento visual sin sentido ni profundidad que pudre las neuronas e inhabilita los procesos críticos- a tragarme esa publicidad vulgar, a ceder y darle al mundo la razón de caer en los sueños de los demás y abandonar los míos... Es más infantil rendirse que luchar.
¿Qué tan estúpido se puede ser por cambiar piedra por arena, lago por neblina, sol por cigarrillo? No quiero algo a medias, no quiero un "te quiero mientras encuentro algo mejor", no quiero pasar 7 años de mi vida junto a alguien para un día despertarme, mirarlo a los ojos y darme cuenta que es hora de empacar. No quiero la conformidad de lo que está al alcance de la mano, no quiero que cambien los alcances, tampoco las manos... No quiero rendirme un día porque así es más cómodo y empezar a buscar excusas que nunca importaron, sobredimensionarlas, sentir su peso sobre mis párpados y querer cerrar los ojos a esa nueva realidad, que es igual a la del día anterior pero yo la quiero ver más dura. Tampoco quiero estar al otro lado, levantarme un día y ver que ahora todo eso importa, que no tuve suficiente cuidado, no fui lo suficientemente buena, no me esforcé, que no tuve tiempo de reaccionar y las nuevas dimensiones me están aplastando y no me dejan pronunciar.
![]() |
tomado de: http://elcarmen-bolivar.gov.co |
Yo quiero algo real, algo honesto, quiero luchar por imposibles, quiero vivir de sueños y planetas extraños, quiero crear un mundo aparte y que la gente nos llame idiotas, quiero vivir en mi cuento, ese cuento, ese mundo, con esas reglas, con ese aire, con mis cervezas de desayuno y los tintos que dejo por ahí a la mitad. A veces quiero vivir con ataques de cosquillas y madrugadas de abrazos porque hace mucho frío, con desayunos compartidos -porque desayunar es de las cosas más intimas que se pueda hacer-, quiero tomar vino mientras canto y tener la confianza suficiente para mostrar pedacitos de mi...
Debe ser porque es de noche y la oscuridad trae angustias, pero quiero pedirte sinceridad, quiero pedir algo real... Siempre.
- Lu.
miércoles, 27 de enero de 2016
La Dispute
Cuando hablan de personas impedidas socialmente sólo tienen burlas y chistes. No sabe el dolor de la causa.
Quiero olvidar esta sensación pero escribir las razones para recordar como se pudren las cosas si no se eliminan los hongos.
Sentir la necesidad de llorar ya no es opción, poner cara fuerte es más fácil, es más duro, menos infantil. No sé a donde voy con esto, a donde vamos, pero sentir que tenía que verme llorar para creerme me partió la cabeza... El corazón ya se había roto al ver que no encajaba en las expectativas.
Pocas veces he sentido no ser suficiente para sonreír, disfrutar, aportar... No puedo recordar el último "no soy la gran cosa" que realmente me dejó sin dormir, pero al buscar ambiciones y no exigencias, al no trazar nada y sólo esperar ser feliz el corazón se vuelve flexible, pero también se quiebra.
Hay algo que no dije y si hoy ha de morir me voy a arrepentir, hay una cosa que no dije y otra que no hice... Llorar en los brazos de alguien siempre me ha dado miedo y decir 2 palabras me cuesta, el aire se vuelve caliente y asfixia mis pulmones. Cosas como esa es ser socialmente impedida.
Estoy cansada, enferma, temblando. Siento el frío de la sabana en mis huesos, siento filtrarse la tristeza y añoro el cigarrillo y la cerveza... Enfermarse es realmente tedioso.
No quiero nada hoy, no quiero a nadie, no me quiero a mi. No soy capaz de pronunciar, de exigir, de delimitar. Siento que todos siempre serán las víctimas menos yo, siento que no debo sentir calor, que no poseo ese abrazo, siento ganas de correr. Hoy no me quiero, fui una persona detestable, estaba asustada y me volví un monstruo, ataqué y no pude correr, no pude tomar, no pude hacerme más daño.
Hoy no me siento, todo me afecta, me duele, sangra. Ni siquiera deseaba escribir esto. Lo hago en un intento desesperado de organizar mis ideas porque mi estómago es caso perdido.
Hoy deseo haberme quedado, haber respirado, haber hablado. Deseo haberme esforzado por parecer normal, comunicativa, tranquila, por no ser incomoda. Pero como todos los deseos, no son más que malestares momentáneos que se atoran en la garganta y no llegan a pronunciarse... Así soy yo, un malestar momentáneo, un nudo, una incomodidad.
No pienso sentir lástima por mi, hace rato entendí que iba a ser siempre yo... Sólo quiero cerrar los ojos un minuto y soñar que no estoy tan sola.
Esos sueños sólo hacen daño.
- Lu
lunes, 18 de enero de 2016
Intermedios
Hay cosas difíciles en la vida, como pedir perdón y escribir porque no se puede hablar. Pero también hay cosas fáciles, como escuchar las aves, soñar, imaginar... Es fácil dejar que la imaginación vuele, pensar que vas a hacer en un año, en cinco, en cincuenta.
Hay cosas intermedias, como la muerte.
Personas que hablan sobre su muerte constantemente, puede que le teman o la amén ¿qué más da? Eso no retrasa lo inevitable. Todos vamos a llegar allá, Sofía lo tienen claro, pero la muerte siempre ha sido tan abstracta y tan cercana.
Para los budistas la muerte es una realidad, un paso y ya. Para Sofía es tan cercana como la tortuga de su cuarto, que mira con ojos inocentes desde el acuario, esperando el momento adecuado para -con calma impasible- llevarla.
Sus experiencias no han sido buenas, son traumáticas, duelen, es un dolor visceral, sólido, espeso.
"La única muerte que no duele es la propia" le decía Arturo mientras la miraba con ojos serenos y le llenaba la cabeza de mundos lúgubres en la penumbra de la inocencia. Le metió la bruma espesa de la falsa tranquilidad en los sesos, allá detrás de los ojos, allá donde se agolpa la ternura y la podredumbre, donde no hay luz y donde no llegaba nadie.
Le metió el miedo, la amargura, el dolor, la sensibilidad... Arturo la moldeó como se moldea la arcilla para hacer pocillos baratos comerciales que vende una mujer sin espíritu en una estantería en la mitad de un centro comercial donde se exhiben las niñas malcriadas que buscan regalar virginidades. La moldeó a su gusto, a su uso. Salir de ese molde es un proceso no sólo confuso, es hiriente, melancólico, es otra muerte.
Sabe que él no fue la única muerte, pero si la primera que le echó encima el peso de la vida, la carga de crecer. Afrontar que todo se esfuma, que somos etéreos, que ningún plan es válido si va contra la marea del azar propio, de ese destino que torpemente forjamos. Llorar es más fácil que afrontar. Llorar es más puro, más sincero.
Sofía se tomó 5 años para confiar en incertidumbres, en cosas color gris y vidas forjadas en arena, aún así lo aprendido no se esfuma... ¿Quién querría viajar en el tiempo?
Puede manejar derrotas, desilusiones, rechazo, caídas. Puede esquivar balas, viajar a otros planetas, admirar la belleza de un atardecer en medio de un polvo, pero no puede soportar un luto de ese estilo, lleno de culpa viscosa que entra en las fosas nasales y asfixia, de ese deseo penoso de cambiarlo todo que corroe los sueños y los intestinos.
Sofía se aferra a una ilusión...¿desde cuándo volvió esa inocencia insulsa? Sólo van tres meses, tal vez 4 pero apostaría sus ojeras por esa nueva sonrisa que la consume... Y de repente llega el tema de la muerte. Se muerde el labio, se arranca los sentimientos, se pasa la angustia y sonríe -como lo hacen quienes están realmente muertos por dentro- y cambia el tema. Beber el desespero propio nunca ha sido fácil.
Su mente grita y suplica que el tema quede así, pero frases le rodean y la resignación de la recurrencia cae sobre ella, como los despiadados atardeceres que profesan belleza pero cumplen oscuridad. "¿Y si nos lleva?... Entonces era hora de irse". Monólogos extensos se arman en su cabeza, Arturo siempre ha estado ahí, él vive ahí, la parasita, la moldeó bien.
Entrada la noche cuando la claridad nocturna se traga la razón, es hora de las pastillas para dormir. Ya no hay sentido, la luz de la luna desdibuja los sueños.
- Belcebú.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Lejos
Volvió a leer el cuento corto. Ya lo sabía de memoria, pero le gustaba vivir en una vida que no era de ella. Cerró los ojos y se imaginó all...
-
Una aficionada, una persona que solo lo hace por gusto, por gana. Sin preparación, ni tempos, sin ritmos ni rimas. Una aficionada que se de...
-
- El truco es ese, crear un discurso con el que se sientan identificadas todas . - me dijo mi conciencia mientras escuchábamos poesía barata...
-
Estoy en la edad en la que creía que iba a empezar a envejecer, y aún temo que mi vida no empezara todavía. ¿Cuántos años son suficientes?...