Hay muchos problemas con los televisores: duermen la mente, transmiten información que puede estar alterada, deterioran la imaginación... Pero el mayor problema es no tener un televisor en el cuarto.
Ultimamente he pensado en ahorrar para hacer lo que juré nunca hacer, comprarme un televisor. Y es que un televisor a la larga es importante, no por las noticias con información de mentiras, no por los documentales sobre lo que la gente quiere ver, no por los programas que sólo buscan venderle ideas mediocres a los demás, es por llenar espacios. Hay momentos de la vida donde necesitamos espaciar la mente -no pensar-, esos momentos donde nada quita sentimientos de cosas inevitables... Esos son los momentos donde uno debe prender el televisor y dejar un canal de películas por varios días, sin importar que tan idiotas sean, sólo para poner la mente en blanco y esperar a que tal vez, por cosas de la vida, todo se haya arreglado pasados unos días.
Necesito un televisor para dejarme ir un rato, ya que en los libros no me concentro. Necesito un televisor tanto como necesito una estúpida charla sobre quién es el mejor jugador de fútbol (no lo digo porque sea de fútbol, amo ese deporte) o cual es el color de zapatos que hay que usar con un vestido de flores... Necesito llenar mi mente de cosas tontas para que las importantes pierdan relevancia.
Y así es... Yo luché tanto contra perder el tiempo en ese tipo de cosas, pero ahora aprendí que es la forma que tenemos de salir de la realidad cuando la mente no nos permite sumergirnos en un libro...
En conclusión, necesito un televisor en mi cuarto que llene mis neuronas de esa gelatina sin sabor que se transmite a diario.
- Lula