domingo, 26 de enero de 2014

Un idiota llamado Mark.

No le importaba nada. Fumó su ultimo cigarrillo y buscó con la mirada un vendedor ambulante que pudiera llenar de alegría sus pulmones. 

Era alto, demasiado alto, con demasiada barba, demasiado blanco, boca demasiado pálida, ojos demasiado azules y pupilas demasiado negras. Vivía demasiado tiempo en mundos que no existían y gastaba demasiado dinero viviendo el ridículo lema "sex, drugs and rock and roll". Para vivir acorde usaba esa tarde una camiseta de Guns n' Roses y tenía los bolsillos llenos de pepas, esas que compran la felicidad. 

Yo lo había visto en sus épocas de gloria, vestido decentemente y salvando vidas en el internado a punta de acetaminofen e ibuprofeno. Lo había visto inyectarle suero miles de veces a Andrea, cuando Goyo se moría porque ella no reaccionaba después de las cantidades navegables de trago que había consumido. Lo había visto practicar un par de lavados gástricos mientras en el otro cuarto la gente se intoxicaba con pepas y polvo que había quedado en la alfombra. Yo lo conocía de esas épocas donde optaba por estar sobrio para afrontar los problemas al final de la fiesta, donde sólo fumaba narguile de limón y me daba las copas a mi para que yo fuera sociable y él fuera responsable. 

Yo lo conocí de esas épocas doradas de descontrol para todos menos para él. Le decíamos Harry porque tenía un parecido a Harry Potter y podía hacer magia con su pregrado en medicina. 

Harry y yo nos habíamos divertido hasta el cansancio. Habíamos hecho fiestas en la morgue y habíamos vuelto a los cadáveres voyeristas y fumadores usando lógicas como "El alcohol mata todo". Debo admitir que al principio me daba miedo que los muertos se alzaran en ira irracional por mostrarles el único placer terrenal por el que vale la pena resucitar, pero con el tiempo la apocalipsis zombie no llegó. La ira de dios se convirtió en un desenfreno ahogado en humo que con los meses se fue volviendo verde… Poco a poco mi curiosidad sacó de ese letargo a Harry y le mostró las delicias de la irresponsabilidad.

Con el tiempo fui yo la que decidí ser un poco responsable y él buscó un poco de felicidad artificial en frascos, pastas y humos tan mágicos como él. Por esos días tuvimos nuestra última fiesta, cantidades ridículas de sustancias nocivas se colaban entre las papitas y gaseosa que todo el mundo despreciaba. Entrar en el país de las maravillas con bandas sonoras como Nirvana, Haggard, Moody Blues y Pink Floyd. Pasada media noche la luna presumía de un color rosa irreal mientras yo la contemplaba atónita. La irreal luna empezó a hablarme con la voz de Arturo, la cara de Arturo. Los brazos de Arturo que se movían rápidamente alegando por mi estado, puteando a todo pulmón y sacándome de ese mar que habíamos apresado en la casa de Harry. 

Pasaron dos días de muerte para mí a punta de caldos, pastillas para el dolor de cabeza y gafas de sol en la casa de Goyo. Al tercer día, como resucitando de entre los muertos, Harry fue a buscarme, tenía aspecto de calavera. En medio de mi letargo no noté que sus padres habían llegado a la mañana siguiente y al ver la magnitud de la reunión decidieron que era tiempo de llevarlo a otras tierras para que se ahogara en otras culturas. Para que  le fuera más difícil encontrar la felicidad en sustancias que parecían enviadas por los dioses griegos. 

Y así, una mañana lluviosa Harry partió a librar una batalla contra el invierno de alguna tierra sin salsa, merengue ni champeta. Y así lo vi entrar a emigración, en silencio y sin despedirme. Y así pasó año y medio y tal como se fue, volvió. Trajo consigo el mismo silencio que grita "Tengo tanto que explicar".

Así estoy con él ahora, en un parque, fumando y viendo como sus ojeras se tragan sus ojos y sus pulmones gritan por auxilio. Su cerebro está medio dormido por el cigarrillo y la pastilla rosa que se acaba de meter. Un trago de Coca-Cola. Salud por las pastillas que nos dan felicidad artificial. Dos tragos de Coca-Cola. Salud por el ron que la acompaña. Tres tragos de Coca-Cola. Salud por los amigos que perdimos, el tiempo que matamos y las ilusiones que vomitaremos más tarde. 

Harry está en el baño, tal vez muriendo. Yo estoy en la habitación de la casa que rentó por un mes, pensando en una buena razón para que no hable más en español, para que no le hubiera dicho a nadie más que está aquí, para que yo aun tenga ropa y no me esté perdiendo en las tibias sábanas. Salió del baño. Yo entré, abrí la ducha, me quité la ropa y esperé a que el agua me ayudara a recobrar la lucidez. Harry entró y me recordó que alguna vez habíamos sonreído. 

Era temprano en la mañana, ya iba por la cuarta pastilla para el dolor de cabeza, el tercer cigarrillo y la segunda cerveza casi congelada. Harry se levantó, llegó a la sala, encendió un cigarrillo, me miró a los ojos y empezó: 

- No voy a volver a St. John's… Está embarazada. - Lo miré aterrada pero no pronuncié palabra, sabía que la única razón por la que él se había quedado en St. John's era por ella. Sabía que se había convertido en un romántico barato y sin remedio, de esos que se tiran del décimo piso por hacer sonreír a un pedazo de plástico con maquillaje y un par de tetas. Prosiguió - Tranquila, en la sangre del feto sólo hay una noche de tequila y los genes de alguien, otro idiota. Alguien llamado Mark. 

Me atraganté con cerveza… 

- Los cuentos de hadas nos dañaron la cabeza, pero existen cosas para arreglarla. - Armó un porro y empezó a fumar. Me levanté y lo sentí lagrimear, pero no podía hacer nada, le habían dado una puñalada en el orgullo y le perforaron el cariño. 

Sólo pude ofrecerle más sex, drugs and rock and roll.

- Lula


sábado, 11 de enero de 2014

Burbujas de vino


Ella buscaba detenidamente en su bolso, efectivamente se habían acabado los cigarrillos. 

- Dos cajetillas en dos días. - Reflexionaba Andrés.
- Yo me he fumado dos cajetillas… ¿Cuántas mujeres te has comido tú en estos dos días?
- No te pongas a la defensiva, sabes que he cambiado.
- Todos han cambiado, excepto yo… - Sofía miraba con tristeza el fondo de la copa de vino blanco. 
- Tu también cambiaste, eres más… Fuerte. - Andrés sabía a que se refería Sofía. 
- ¿Cuántos años llevamos de conocernos?
- Nueve. 
- ¿Cuántos años han pasado desde que todas esas personas junto a nosotros nos olvidaron? - Exhala nostalgia. 
- Yo aún no los olvido. 
- Yo tampoco. Tú al menos sabes llevar las cosas. - Para Sofía lagrimear delante de él no era problema. Andrés la tomó entre sus brazos. 
- ¿Por qué nunca tuvimos nada?.
- Nos dimos cuenta que éramos compatibles demasiado tarde… Para ese entonces ya éramos amigos.

Andrés terminó de preparar la cena, Sofía miraba por la ventana. Comieron en silencio, ambos sabían de memoria lo que pasaba por la cabeza del otro. Andrés siempre fue tierno, efusivo, alegre. Andrés lleva dos años sin recibir una llamada de Andrea pero aún así sigue afirmando que está en una relación. Andrés sabe que Andrea está en otra relación, que tiene a una persona más, a dos, a tres, pero no le importa, sólo quiere verla feliz. 

Se sirvieron más vino, una copa, dos copas, tres copas. 

- Sophie, ¿Un cigarrillo?
- Gracias Goyo… ¿Por qué empecé a decirte Goyo?
- No lo recuerdo… Seguro era una razón que sólo tu entiendes, como todas tus razones. 
- Hay algo que quieres decirme. -Sofía se prepara para un mar de lágrimas con nombre propio; Andrea.
- Hay algo que tu necesitas que te diga. - Andrés la mira con severidad. 
- Goyo… No sé de que hablas. 
- ¿Recuerdas a Arturo? 
- Todos los días de mi vida. 
- ¿Has pensado que habría pasado si Arturo… Qué habría pasado después? 
- Sí Goyo, después me habría tocado irme, me habría tocado arrugarme el corazón con las manos y retirarme. 
- ¿Por qué?
- Lo quería demasiado y él… 
- Sophie, ¿Alguna vez has pensado que él habría podido dejarla por ti?
- No, nunca. Nadie quiere empezar una relación así… 
- Sophie, mi pequeña bolita de queso azul, apestas a ternura… ¿No te das cuenta de lo que pasa aquí?. - Sofía lo miró con ojos grandes e inquisidores, no tenía idea de lo que estaba ocurriendo, no sabía hacia donde iba la conversación. Andrés entendió que ella no entendía.

>>Sophie, con Andrea empezamos una relación completamente sincera, yo sabía que ella… Ella nunca ha sido de una persona y yo tampoco, para ninguno de los dos sexo es sinónimo de amor, por eso no había problema que a pesar de nuestro noviazgo existieran otras personas en mi vida. Sin embargo para las otras personas yo tal vez sí era un problema. 

>> Mantener a alguien junto a ti no es fácil, requiere de paciencia y comprensión, para algunas personas también requiere cariño. Yo muchas veces sólo buscaba un rato de diversión, pero en casi todas las ocasiones las mujeres requieren de más que eso, muchas necesitan sonrisas, abrazos sinceros y ojos que brillen por ellas… Ahí conocí a Lina, una mujer hermosa, inteligente y extrovertida. Era la clase de mujer que se ríe duro y echa la cabeza para atrás para permitirle a la carcajada atravesar la amargura de todos. Lina era extraordinaria, pasaba horas hablando de música, amaba las notas musicales tanto como a su propia vida, tenía una pasión inigualable por los instrumentos y las historias… Lina - Andrés suspiró - Lina merecía alguien que la quisiera, que la quisiera completa. Yo la quería, yo la quise, inicialmente fue un poco, después un montón, un montón que ya no podía controlar. Un día Andrea me miró a los ojos y me dijo 
           - Tu quieres a alguien que no soy yo, yo a ti si te quiero, te amo y lo sabes, por eso necesitamos un tiempo.

>> Después de esto Andrea me dejó de hablar un mes, Lina seguía visitandome con la misma frecuencia, con sus apariciones sorpresivas llenas de chocolate, pizza y cerveza. Pasado el mes le conté a Lina lo que había sucedido con Andrea, ella simplemente respiró hondo, trató de contenerse pero se echó a llorar. 
           - Ya borracho me habías contado lo de Andrea, pero ahora que estás sobrio vas a recordar la conversación y voy a tener que aceptar la verdad. Si me amaras un poquito de lo que la amas a ella yo no sería la persona que se tiene que esconder de todo el mundo, que no te puede robar un besos y que no puede tomarte de la mano ni por error en un parque. 

>> Lina no dijo más, se quedó allí sentada junto a mi en la casa y lloró sin pena, sin orgullo, lloró como llora una niña chiquita cuando la asustan. Yo la abrazaba pero veía lo sola que ella se sentía, yo no estaba allí, ella se había encerrado en una burbuja para llorar. 
Willem Claesz Heda. Bodegón

>> Después de eso Lina se marchó, no la vi en mucho tiempo, no volvimos a hablar. La extrañe unos meses pero ella tenía razón, Andrea estaba por encima de ella, por encima de todo. Pasados unos meses la encontré saliendo de una librería, cuando la vi la costumbre me llevó a pensar que debía prepararme para que se me echara encima y me abrazara con fuerza, pero me saludó de lejos con una mirada nostálgica, tan nostálgica que me sentí en la obligación de perseguirla. Cuando la alcancé la abracé y al mirarla a los ojos tenía grandes lagrimas agolpandose contra los párpados… Tal vez Lina tenía menos tetas que Andrea, tal vez era menor, vivía aún con su hermano y nunca tenía dinero, tal vez Lina tenía muchas desventajas sobre Andrea pero merecía que alguien la quisiera como es debido. Hablamos un rato, nos tomamos un café y noté con angustia que algo en ella no andaba bien, algo se había quebrado y temí que no fuera algo sólo conmigo sino que hubiera roto algo tan adentro que no fuera la misma que me abrazaba en la mitad de una charla seria y me hacía perder la concentración mientras reía pícaramente entre dientes… Le debo a Lina un corazón y nunca podré pagárselo. 

- Es una historia muy triste Goyo… Yo no sabía…
- Hay una razón para que te cuente esta historia.
- Tal vez con Arturo habría sido igual, pero eso jamás lo sabré.
- Sophie, estás buscando a Arturo en los ojos de cada hombre que se te acerca… - Andrés temía decir esto. - Sophie, tal vez Lina y tú…
- Lina… Lina voy a ser yo. - Sofía había entendido.

Andrés no dijo nada y Sofía se sentó en el sofá, fumo varios cigarrillos antes de encontrar su propia burbuja, trajo consigo la botella de vino blanco y sintió que tenía ocho años y que alguien le había contado un cuento de terror tan espantoso que el final era un encuentro de su pequeño ser con el diablo.

Decidió ahogarse en su propia burbuja, bañarse en vino y atragantar sus sollozos en humo de cigarrillo. 

- Belcebú

martes, 7 de enero de 2014

La gravedad de las manzanas.



A veces tengo la sensación de que la gente a la que le escribo merece saber que lo hago, cómo lo hago y por qué lo hago… Siempre escribo lo que no digo, siempre leo lo que no hago.

Me encanta maquinar en mi cabeza situaciones hipotéticas donde todo habría salido bien, como las películas para niños donde al final el héroe siempre se queda con la chica y viven felices para siempre. Pero cuando llego al "Felices para siempre"  me doy cuenta que esa no soy yo, que no soy de historias de finales felices ni de cuentos de hadas madrinas. Soy más de reflexiones, de saborear mis errores, de hundirme en ellos y perderme en la inmensidad de posibilidades, no de cambiar el pasado, sino de cambiar el futuro…

Tal vez si escribo aprenda más de mis errores. Tal vez si escribo no le regale mi felicidad a un recuerdo o mi salud a un viejo… Tal vez si escribo pida menos citas al médico o al psicólogo y tenga más citas con personas interesantes de mirada profunda y cabello alborotado.

A veces tengo un millón de sensaciones pero no puedo expresar ninguna, por eso escribo. A veces quiero que sepan de que las sensaciones existen, por eso les leo, pero no a ellos, leo para otros que tal vez puedan aprender conmigo…

A veces simplemente me desvanezco en las palabras y al leerlas veo que la gravedad del asunto sólo está en mi y que lo que cayó en mi cabeza tan sólo fue una manzana.

- Lula

domingo, 5 de enero de 2014

Cerveza de desayuno.


- Me voy para Rio… 
- ¿Cuál río? ¿Amazonas?
- Río de Janeiro. - La mirada solemne confirmaba que había dejado de bromear. - No te había querido decir antes, no quería que me extrañaras.
- ¿Y por qué habría de extrañarte? - Sofía juega constantemente a quitarle importancia a las cosas.
- Por nada… ¿Quieres otra cerveza?. - Dijo Manuel tratando de adoptar la actitud de Sofía. 
- Vodka, quiero vodka… ¿Aún hay ron?.
- No mezcles tragos.
- No me digas que hacer. - Sofía se levantó de la silla, bajó a la cocina y se sirvió un vaso de ron, uno de vodka y cogió dos cervezas.  
- ¿Cuándo sustentas tesis? - Manuel quería cambiar el tema. 
- Cuando no estás, voy a nadar. 
- Tu le tienes miedo a sumergirte. - Manuel se levantó para ir tras ella, pero Sofía tomó la dirección opuesta, no iba a la piscina, iba a fumar un cigarrillo cerca a la quebrada. 

Cuando sólo le quedaban tres cigarrillos Sofía volvió. Manuel había decidido armar un porro, era como un niño pequeño que hasta ahora experimenta sensaciones autodestructivas, posiblemente por eso quería a Sofía, era la sensación más autodestructivas de todas. 
- ¿Estabas llorando?. - Manuel no sabía cómo leerla.
- ¿Te tomaste mi Vodka?
- Aquí hay más - Sirvió el vaso casi a reventar. Sofía se lo tomó de un sorbo.
- ¿Quieres fumar?
- Tengo cigarrillos. 

Dicen que la verdad sale a flote cuando no controlamos la conciencia, con el licor era suficiente para Sofía. 

- ¿Cuándo te vas?
- Febrero… ¿Aplicaste para el post grado en el exterior?
- Tengo que graduarme primero, conseguir dinero… Ser un adulto. He estado pensando en reclamar la herencia que me dejó Arturo pero…
- No, habrá otra forma. 
- Esa es la más fácil. 
- Arturo… - Manuel no llegó a conocerlo, conoció a Sofía cuando ya estaba rota, habría deseado conocerla antes, tal vez podría entenderla más, tal vez podría quererla menos. - Yo te quiero, ¿Sabes? Nunca te lo digo porque tengo miedo que salgas corriendo o te alejes de mí, pero ese año que peleamos pensaba en ti por lo menos una vez al mes. No quería dejar de ver como movías de forma infantil los pies cuando te carcajeabas y tenía miedo de que alguna vez dejaras de tener motivaciones para vivir, de que te dejara de asombrar todo y murieras. Una vez me dijiste que… 
- Lo sé, me lo dijiste borracho. - Lo interrumpió Sofía

Sofía conocía a Manuel desde que salió del colegio, bastante tiempo para alguien a quien no le duran las amistades. Lo había querido profundamente, tal vez no como quisiera un novio, era algo más de confianza… Un día Manuel en medio de comentarios fugaces entre sus amigos comentó un secreto de Sofía, un secreto que la hacía temblar, un secreto que nadie creía fuese verdad y como un boomerang ese secreto volvió a Manuel en boca de Sofía… Ella jamás lo perdonó por eso, habían cambiado las cosas entre ellos pero parecían no derrumbarse por más que los dos trataban de tumbar ese puente que los unía.

- Veamos Star Wars. - Sofía no quería hablar de Arturo, del estudio ni del viaje a Río, ella sólo quería estar feliz en esa finca… Quería estar acompañada por primera vez en mucho tiempo, quería no estar sola. 
- Está bien, voy por las películas, ¿Quieres ver la IV?.
- No, veamos la V, la IV la vi antes de venir. 

Manuel puso la película, haría cualquier cosa por quitarle ese silencio a Sofía que la envolvía cuando algo la asustaba… Ese silencio ridículo que evitaba que hablara. 

Se llevaron las botellas para reír más con los sables de luz que cercenan brazos.


**

- ¿Cómo le digo que lo voy a extrañar? - Sofía se había levantado temprano, había bebido un litro de agua y era la cuarta cerveza helada que se trataba de meter en la cabeza. Se acostó en la hamaca y terminó de leer "El secreto de Darwin". 

Se sentó junto a la piscina, necesitaba un milagro, decir las cosas había dejado de ser una opción hacía años, ahora todo debía darse por entendido. Tal vez el humo del cigarrillo dibujara en las nubes un mensaje suficientemente cursi para que Manuel entendiera que para Sofía él también significaba algo… Alguien a quién temer.

Manuel es de esas personas incondicionales, un buen tipo, no muy atractivo, sabe escuchar y se preocupa por cumplir caprichos como el chocolate o el mango con sal. Está seguro de lo que sabe pero no de lo que es, es una persona maravillosa pero en esta sociedad es un anticuado, desadaptado, geek y ñoño, es la única persona que jugaría con Sofía a los sables de luz mientras le pone una corona que la identifique como princesa de algún cuadrante espacial en guerra. Es dulce y sincero - aunque Sofía no lo crea-. Ha estado para Sofía en las malas más que en las buenas, conoce su casa (cosa rara dado que Sofía no deja entrar a nadie), sus padres, sus hermanos y su historia. Ha peleado un millón de veces con ella y se ha disculpado dos. Ha aguantado tantas cagadas que le hace Sofía que está seguro que después de vivir eso no viene nada peor. Manuel es un buen tipo, de esos que la gente dice "Está condenado a ser el mejor amigo", para Sofía no, para Sofía él pudo haber sido un cuento de hadas si ella hubiera aprendido a volver a confiar en él.

- Diez cervezas y no se va la tristeza. - A Sofía ya no le cabe más líquido espumoso en su estomago. 

- Buenos días. - Manuel llevaba veinte minutos mirándola desde la ventana del cuarto, viendo aterrado como se veía de recatada con las gafas de sol, el vestido y el sombrero playero, parecía una de esas mujeres que pasan horas arreglándose, para Manuel ella era hermosa, sólo con sonreír ya producía lo que produce un programa que corre después de meses sin funcionar o una ecuación resuelta tras días de ser analizada. Era la princesa Leia de la tierra de los tragos amargos. 
- Hola, ¿Dormiste?. 
- Sí, pero al parecer tu no, ¿Estás bien?
- He estado pensando…
- ¿Arturo? - Manuel se preparaba para las respuestas depresivas de esa que sueña con alguien que está lejos, que no está.
- No… Yo… Me siento mal…
- ¿Qué tienes? ¿Tienes guayabo, estás enferma?.
- No… Yo… Yo… - Una larga y poética pausa mirando al cielo que parece más un gesto premeditado de una mala obra - No he desayunado y cuando no desayuno me da mareo. 
- Vamos a la hamaca - Manuel la alzó. - Voy a preparar sandwiches. 
- No sé que vas a comer en Río, no sabes cocinar nada… Hoy te enseño a preparar algo rápido. 
- Me voy a ir bastante tiempo. 
- Pero no te vas a morir -Sonrió Sofía - Deja el dramatismo. 

Manuel se fue a hacer los sandwiches, Sofía acabó con los cigarrillos… Al parecer en viento no sólo se lleva el humo.

- Lu


jueves, 2 de enero de 2014

El estudiante.

Q.E.P.D JPR

Al final del día ya era tarde , era el inicio de otro día.

Demasiados ceros en el reloj digital como para tocar violín, demasiado frágil la salud de la vecina que dormía placidamente con sus 80 años de edad, sobre la cómoda almohada que aun tenia impregnado el olor de su esposo muerto, hace ya 2 años.

Demasiado tarde para tener la escapatoria de correr sobre las cuerdas del violín deslizándose como un arco para atravesar el alma y llegar al puente de cartón.

Demasiado tarde para viajar con el pensamiento a un rincón de sueños lejos de la empuñadura de la cruda realidad, que azota amenazando destruir la percepción de los sueños infantiles, que aun viven mirando el monstruo del armario.

Era demasiado tarde, tal vez demasiado temprano, para poder encontrar la forma de salir del cuerpo. El silencio se apoderaba de la sala como un manto que sobrecoge las heridas de la vida y las lleva a un nivel de percepción tan intima que ni los propios oídos escuchan el significado. Era demasiado tarde pero aun dolía y cuando duele el tiempo no respeta, no respeta a la vecina con sus 80 años, ni al silencio que es compañero de la luna en ese cuarto oscuro, ni al violín deseoso de vibrar, ni a los ojos aun abiertos enrojecidos por el esfuerzo de permitir que las gotas saladas resbalen fuera de lo profundo. 

Era demasiado tarde para dejar de pensar en eso, ese fantasma que todos tenemos y que con el tiempo se vuelve un amigo intimo del que no queremos hablar porque ahora es un drogadicto o esta en la cárcel. Ese fantasma que duele demasiado cuando se clava hondo en el pecho y no deja respirar, apoderándose del cuerpo y haciendo cosas ridículas como babear lágrimas. Ese fantasma, del que nadie sabe, que solo debe ser uno, pero que esa noche eran dos, dos historias, dos desgracias, dos tragedias en un solo pecho que iba a explotar.

Era demasiado tarde para elegir no dejar vivir a esos fantasmas en su mente.
Y de repente, se volvieron tres, porque ese pequeño pecho, cansado de respirar por dos fantasmas, explota, deja de inhalar, descansa. Libera toda la tensión y deja a los espíritus libres, dejando tres almas sin cuerpo, que se apoderan de la mente de un inocente idiota.

Ese día murió la parte que esperaba el monstruo en el armario dentro del corazón de ese que ya no era mas un niño… Que ya no era nada.

Al día siguiente era entrega de notas en algún colegio.

- Lu

Lejos

Volvió a leer el cuento corto. Ya lo sabía de memoria, pero le gustaba vivir en una vida que no era de ella. Cerró los ojos y se imaginó all...