lunes, 25 de noviembre de 2013

No hay comentarios


He tenido muchos tipos de relaciones: Amistades, aventuras de una noche, aventuras de un año, amores platónicos, confidentes… Y en casi todas he notado un triste patrón: En algún momento el tema se vuelve monótono, redundante, aburrido… 

Soy de esas personas que se aburre de los demás a los 5 minutos de conocerlos, al mes de hablar con ellos o a los 5 años de amistad porque han cambiado. No soy una persona constante, sé que hay personas que vale la pena conservar pero no las identifico y dejo ir a todo el mundo. Al final sólo me quedan los que no me dejan ir a mi. 

En los últimos días he pensado en el porqué de este patrón, en la razón para no querer apegarme a nadie y he notado que las personas que permito cerca mío años después de conocerme tienen una cualidad complicada: Me entretienen. Así como soy una persona que se aburre rápido de la gente, también me considero una persona que se aburre rápido de los temas, por más pasión que sienta por cosas como la ciencia, la fantasía y los libros, estos tres temas llegan a saturarme demasiado. Necesito rodearme de gente que me enseñe cosas nuevas, me de lecciones de vida, mecánica, cocina, poesía… Lo que sea, pero que me enseñe, que logre interesarme, que logre envolverme. Sé que es mucho pedir, sé que no es fácil de lograr y por eso a veces me esfuerzo por no alejarme de la gente por esta razón… Excepto en una situación específica; Cuando todo se vuelve sexo.


No sé que tan común sea esta situación, pero como este es mi escrito redacto desde mi punto de vista. Es increíble cuando uno se conecta con alguien, y me refiero a entender a esa persona, empatizar, compartir, no enamorarse, sólo conectarse. Eso es maravilloso. Es más increíble aún cuando hay una conexión con la otra persona en el tema sexual, es un juego entretenido, divertido y delicioso. Cuando se puede hablar con alguien y llegar a acuerdos que se ejecutarán de una manera tan natural que parece fingida o cuando simplemente no se habla sino que ambos poseen el mismo gusto, las mismas ganas y las mismas fantasías. 

En mi corta vida he encontrado poca gente con la que me conecte en este tipo de cosas pero desafortunadamente entre ellos existe la tendencia a sobre explotar el tema. Me explico mejor: despertarme y ver un mensaje erótico de buenos días (Algo entretenido que puede poner de buen humor a cualquiera que lo tome de buena gana), salir de la casa y encontrarme un mensaje de esos que no se pueden leer en voz alta, almorzar y que exprese su deseo por almorzarme a mí, comer algo y que me sea solicitada una visita al baño, comer y leer que me quiere junto a él y no para hacerme cosquillas, dormirme y que me den un beso de buenas noches en lugares poco decorosos, que me diga que soñará con mis tetas, mi culo pequeño y mi besos llenos de ganas. Suena bien, ¿No?… No, no después de una semana, dos, tres, un mes. Suena bien un día, o dos, esporádicamente, suena bien después de una conversación apasionante sobre motos, películas de Tarantino o conciertos a los que no iré porque no puedo tolerar los tumultos, entonces sí suena bien, pero si no se habla de otra cosa, si no se distrae la mente, si no se recuerda porqué empezamos a hablar entonces suena mal, muy mal, terriblemente mal, aburrido, monótono, incluso estúpido. 

Y entonces, volvemos al título, "No hay comentarios", no hay de que hablar, no se puede mantener una conversación fluida. Personalmente me cuesta mantener una conversación con esa persona, hemos hablado tanto de sexo que ahora los temas mundanos parecen extraños y de repente no encuentro nada en común con él -así antes fuéramos complemente compatibles-, de repente no hay nada que me emocione de él… Nada. 

Cuando todo se vuelve sexo se pasa de lo erótico al porno barato, de bajo presupuesto y malos actores. Así me siento yo con el pasar del tiempo… Ya no hay emoción, las ganas se vuelven tan cotidianas que dejo de sentir esa sonrisa picarona en mi cara, dejo de lamerme los labios y no me sonrojo más. Ahí acaba todo, es de esos finales que duelen porque no siempre pierdo a alguien desechable, por lo general es alguien valioso, alguien con quien había forjado confianza, alguien con quien podía hablar. Pero a veces es mejor despedirse de esa amistad, aventura, amor platónico, antes que el hastío me envuelva y me haga olvidar la maravillosa persona que había detrás de ese rostro lascivo, la persona que me hacía temblar. 

Esa es una sabia razón para una despedida. 

- Lula 

Lejos

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