"No entiendo los sonidos de alerta, últimamente no entiendo ningún sonido..."
Tras escribir esto cerró los ojos y dejó que los sonidos la inundaran. Sonaban choques, cuerpos metálicos retorciendose, comprimiendo sus paredes. Sonaban objetos macizos cayendo y transformandose en pequeños pedazos que se esparcen por la mortuoria superficie. Hace varios días habían dejado de sonar las voces de los cuerpos vivos, llenas de angustia.
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Athdara nunca fue buena interpretando señales, se perdía con facilidad leyendo un mapa y odiaba las convenciones (tanto escritas como sociales). Siempre era la única dentro del edificio durante un simulacro y no encontraba diferencia entre la sirena de los bomberos, las ambulancias y los patrulleros.
Nació en una época donde no se le permitía a la mujer tener hijos naturales. Estaba recién implantada la ley para el control de natalidad, que dictaba que ningún niño sería concebido fuera de una caja de petri en del laboratorio, de lo contrario su desarrollo sería interrumpido. Athdara, hija de Letis, fue dada a luz en lo más profundo de las montañas, después de que Letis matara a su esposo Elliar cuando él trató de denunciarla y entregar a su hija al destino que dictaba la ley.
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Letis crió a Athdara dentro de una cueva en la montaña Ea hasta que ella cumplió 5 años, edad en la que a los niños sanos se les permitía salir del laboratorio para ser educados por una familia que así lo deseara. A los cinco años Athdara enfermó terriblemente. Sus hermosos cachetes rosados se veían rojos como su cabello. Lethis se vio obligada a ir a Gawen, un pueblo a 3 días de camino. Allí Letis aseguró haber sobrevivido a un naufragio donde murió su esposo. Lamentaba tener que criar a su hija recién adoptada. Lloró al sentir el terror de perder a Athdara por ser una madre soltera, pero los habitantes de ese pequeño pueblo se compadecieron de la pobre mujer y le permitieron quedarse en el pueblo con su hija, sin decirle a los patrulleros dela recién electa presidenta.
Athdara fue tratada como una paria por los niños de la aldea. No hablaba mucho, no era muy sociable y desde que había aprendido a leer prefería sentarse en el parque junto con Paden -su oso hormiguero- para leer libros viejos de King. Mientras ella estaba viajando por mundos terrestres a los que era ajena, los niños le tiraban piedras y le decían "bruja" y "ginger" -con el paso del tiempo se había convertido en un insulto ya que en los laboratorios ya no hacían niñas pelirrojas-.
Con los años empezaron a cantar
"Las pelirrojas son brujas,
traídas desde el infierno,
van a quemarse en la hoguera,
mientras arde en su sangre el veneno.
Si las miras a los ojos
te convertirán en piedra.
Y si matas a su oso
te triturarán la lengua."
Ella no se dio cuenta que esa tonada le pertenecía hasta que un día en el centro de educación le arrojaron tomates naranjas mientras le gritaban bruja y cantaban esa canción. Mientras la niña lloraba cayó un relámpago en el árbol donde habían escrito "Athdara la bruja". Ahora todos le temían.
Athdara crecía. Toren, el hijo del panadero del pueblo, era el único que no la creía bruja. Él y Paden eran los únicos lo suficientemente sensatos para saber que toda esa historia era un mito -aparte de Letis, que la adoraba con todo el corazón-. Una noche frente al lago, Toren le propuso jugar a decir secretos. Él le confesó su amor y ella le correspondió con un largo beso. A medida que pasaba la noche los secretos se iban haciendo más oscuros, Toren le contó que vio ahogarse a uno de los patrulleros presicendiales y que no lo ayudó. Ese mismo patrullero había golpeado a su padre días atrás. Finalmente ella lo pronunció, se llenó de fuerzas y le contó a Toren que no había crecido en el jardín dentro del laboratorio, que nunca había sido revisada por las máquinas gigantes de la ciudad, que su madre biológica era Letis. Toren la miró largo rato en un silencio tan aplastante que la hizo llorar, se levantó y se fue.
No hablaron por meses. Athdara tenía miedo de que Toren revelara el secreto, sin embargo no se atrevió a contarle a su madre que había roto la promesa que le había jurado mantener.
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Una noche Athdara salió de su cuarto tras notar la ausencia de Paden. Abrió la puerta de su casa y pudo ver un resplandor naranja alzándose en el cielo nocturno, alcanzó a distinguir unos gritos:
"Las pelirrojas son brujas
traídas desde el infierno
van a quemarse en la hoguera..."
Toren había hablado...
Corrió a su cuarto, despertó a su madre, tomó una maleta donde empacó un poco de comida, ropa, y un libro, y juntas salieron de la casa para internarse en el bosque. Athdara en su afán de huir tropezó con una rama y cayó por un barranco no muy profundo. Letice bajó a toda prisa a auxiliarla pero Athdara se levantó y siguió corriendo. En lo profundo del risco Athdara encontró a Paden con una flecha incrustada en una pata trasera, lo alzó y junto a Letice caminaron hasta el amanecer.
Letice volvió a Ea, volvió a la cueva que había sido su hogar por cinco años, volteó la mirada y abrazó a su hija. No habían pronunciado palabra en tres días, Letice estaba molesta, pero ya no importaba. No importaba que Athdara hubiera arruinado lo que juntas habían construido los últimos 12 años, ella seguía siendo su hija.
- Acuestate a dormir, mi niña. - Dijo.
Pero Athdara no reaccionó. Letice la volvió a llamar, una, dos, tres veces más pero Athdara no giró su cabeza. Letice la abrazó de nuevo, detalló la cara de su hija y lloró. Ese hermoso cabello rojizo había ocultado la sangre que ahora estaba seca y que en algún momento había bañado los oídos de Athdara. Ahora estaba sorda.
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Ante la nueva condición de su hija, Letice sabía que debía buscar al médico del pueblo. Un hombre noble que conoció su secreto 12 años atrás. Volvió al pueblo una vez por semana, pero le fue imposible llegar hasta la casa del Doctor Callibun. Sentía miedo de morir y era imposible esquivar a los patrulleros. Un mes después Athdara amaneció con mucho dolor en sus oídos, más del que había soportado en silencio para no preocupar a su madre. Lloraba tratando de disimular las lágrimas pero Letice lo notó. Se armó de valor, rogó porque ya hubieran olvidado el tema, besó a Athdara sin expresarle a donde iba y se fue. No tenía idea de como iba a llegar al hospital del pueblo, pero tenía que lograrlo. Athdara lloró hasta dormirse.
La despertó el golpe de un objeto gigante contra la roca. Se asomó y alcanzó a distinguir relámpagos por doquier, polvo, árboles volando y lluvia color purpura inundando el bosque, los valles, el pueblo... Buscó a su madre con la mirada pero no encontró nada. Tampoco encontró a Paden. Estaba sola.
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La tormenta duró semanas. La comida empezaba a escasear el la cueva y Athdara moría cada vez que se ocultaba el tenue sol que traspasaba las rojizas nubes. No sabía nada de su madre y la angustia la hacía llorar cada atardecer.
Una noche escuchó un relámpago caer muy cerca de Ea... Escuchó como crujían los árboles, como se rompía la vida ante la fuerza de la tormenta... Había recuperado la capacidad de oír, como por arte de magia. Tal vez sí era bruja, tal vez todo iba a estar bien. Escuchó atentamente la espeluznante tragedia que traía consigo la tormenta púrpura. Si cerraba los ojos podía escuchar personas llorando, aterrorizadas, indefensas... Entonces pensó en su madre y lloró desconsolada. sacó entonces el libro y escribió con un pedazo de carbón:
"No entiendo los sonidos de alerta, últimamente no entiendo ningún sonido, sólo el sonido de tu voz... ¿Dónde estás, mamá?."
Días después, en un arranque de desesperación decidió salir a buscarla, su valentía podía contra cualquier desastre.
A la tormenta le tomó 30 minutos doblegar la fuerza de la tierna criatura y convertirla en un recuerdo.
A la tormenta le tomó 30 minutos doblegar la fuerza de la tierna criatura y convertirla en un recuerdo.
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La tormenta cesó. No quedó nada del pueblo, del bosque ni de la montaña. Los relámpagos modificaron el paisaje, dejando una montaña de objetos que alguna vez habían estado configurados para cumplir una función.
En el edificio del presidente sonó el telefono:
- Señora, la operación se completó.
- ¿Acabaron con la niña?
- Sí señora. La tormenta duró exactamente dos semanas, no queda nadie vivo en ese lugar.
- Perfecto, cuéntele a los medios de comunicación que quien no acata los mandatos presidenciales llevará a su pueblo al infierno.
Cuando puedan controlar las tormentas, nada evitará que dominen Saturno.
Cuando puedan controlar las tormentas, nada evitará que dominen Saturno.
- Belcebú