lunes, 23 de diciembre de 2013

What now my love?


- Vamos a una biblioteca - Le dijo. A Sofía nunca le han gustado los tumultos y dice que habría amado nacer en aquella época donde se montaba en bicicleta y la población mundial era la mitad de lo que es hoy, pero nacer siendo un hombre. 

- Está bien, en la Biblioteca Naranja hay una pequeña cafetería donde podríamos hablar. ¿Nos vemos a las 5? - Arturo la miró a los ojos, sabía que ella hacía un gran esfuerzo al salir de casa un día como ese; el 23 de Diciembre es el día más concurrido del año. 

Sofía le robó una sonrisa y se fue sin despedirse. Odiaba las despedidas, decía que si no se despedía él tendría que buscarla para despedirse y tendrían que volverse a ver. 

Sofía se puso su vestido más bonito -parecía una niña o una vieja-, unas botas que no le dejaban mojarse los pies, una chaqueta gruesa y el paraguas. Llegó una hora antes, entró a la biblioteca y leyó aleatoriamente unos cuantos cuentos de "El hombre ilustrado".

5:05, iba a llegar tarde -como siempre-, devolvió el libro y se sentó a tomar un tinto. Resistió la tentación de fumarse un cigarrillo porque Arturo odiaba verla fumando. 

Hacía frío, llovía a cantados afuera. Pidió 1, 2, 3 tintos. Se fumó 1, 2, 3 cigarrillos y miró el reloj.

5:50. Volvió a entrar a la sección de libros, pidió prestado "El hombre ilustrado" y se dejó llevar por la angustia de las historias del hombre tatuado. Pidió un capuchino, 2, 3

6:35. Tal vez no va a llegar.

7:05. Pagó la cuenta, devolvió el libro y se dirigió a la salida. 

En la salida, un hombre alto de mirada amable le era negada la entrada por estar empapado. El hombre peleaba, alegaba, se resignaba. Si Sofía hubiese tenido un celular tal vez él habría podido llamarla, pero a Sofía no le gustaba esa "horrible y controladora" tecnología. 

Arturo la vio y la abrazó, le mojó la chaqueta impermeable, no importó. Sofía no podía dejarlo allí en la mitad de la calle. Caían gotas de su pelo. 

- Vamos a tu casa, tienes que cambiarte. - Dijo Sofía. 
- En realidad planeaba comprar ropa. - Arturo no podía dejarla ir a su casa, probablemente allí estaba Alexa, pintándose las uñas, viendo algún programa estúpido y leyendo una revista de farándula.


Tomaron un taxi. El centro comercial estaba a reventar, los almacenes eran un campo de aglomeración de personas, como si hubiesen dejado un cubo de azúcar y millones de hormigas decidieran que debían llevarlo al hormiguero. Sofía miraba aterrada, odiaba los tumultos, la gente y el ruido. Arturo -que sentía que la conocía desde siempre- buscó la tienda más vacía. 

Entraron a una tienda de ropa formal para hombre y Arturo se probó toda la ropa de la tienda porque amaba como Sofía se reía de él y le decía "Te ves como un viejo en los años 50"

Compraron un pantalón y un saco bastante elegantes y una sombrilla suficientemente grande para proteger a 10 personas. Arturo llevó a Sofía a dar un paseo por el parque. Estaba solo, aun lloviznaba. Sofía caminaba con él bajo la lluvia, sonreía y de vez en cuando lo miraba, se sonrojaba y él la besaba en la frente. Hablaron mientras le daban infinitas vueltas al parque, hablaron de los sueños, las pesadillas y las películas a blanco y negro. De lo fácil que era para las películas de terror infundir miedo con lagos de sangre a pleno color y lo difícil que había sido transmitirlo hace tantos años. Finalmente entraron a un café, se tomaron un tinto juntos mientras exaltaban lo difícil que debe ser llegar a un país extranjero sin hablar el idioma… Bobadas, situaciones hipotéticas pero sonrisas verdaderas. 

Sonó el celular, "Alexa" decía la pantalla. Arturo debía contestar, no sabía si Alexa ya había entrado en uno de sus ataques y ahora estaba planeando -como en innumerables ocasiones- acabar con su vida.

Arturo contestó y mantuvo una charla cariñosa y sincera con alias "Amor". El mesero miraba de reojo la expresión de Sofía. Arturo también notó su tristeza, se levantó y fue hacia el baño para que ella no tuviera que escuchar esa estúpida parodia que no sentía. 

En la mesa una nota que decía. 

...Here come the stars
Tumbling around me
There's the sky
Where that sea should be

Sofía caminó hasta la parada de bus, cantaba Sinatra en su mp3. Encendió un cigarrillo, le había mentido… Arturo no pasaría la noche sólo. 

- Belcebú. 

sábado, 21 de diciembre de 2013

Azabache

Según la RAE  "azabache" es :

"Variedad de lignito, dura, compacta, de color negro y susceptible de pulimento, que se emplea como adorno en collares, pendientes, etc. y para hacer esculturas."

Para mí Azabache es un amigo.

Nunca he sido amiga de los perros, son ruidosos, intensos, inquietos y siempre piden comida. Sin embargo Azabache es diferente. Es un perro viejo, cansado y tranquilo. Camina con una lentitud admirable y tiene la paciencia de una tortuga. Solía ser negro profundo, cómo la noche, ahora tiene un color amarillento en el pelaje de las patas. Una de sus patas estas está descuadrada y parece que el hueso fuera a quebrarse en cualquier instante, forma casi un ángulo recto entre la cabeza y la parte final de la pata. Tiene la mitad de una oreja, la otra se perdió en el pueblo, tal vez si miro con atención la vea en el piso, tal vez se la comiera otro perro hace ya un tiempo. Tiene la panza color violeta por la curarina que le ponen todas las noches para sanar las marcas que dejó un encuentro hostil con otros de su especie. Pero lo que resalta a la vista es que tiene una mirada hermosa. Medio visco, Azabache tiene los ojos más tiernos del mundo, esos ojos que muestran miedo si se hace un movimiento brusco o felicidad si se le ofrece un pedazo de carne, chocolate o incluso pasta. 

Él no habla y casi no ladra, es la viva imagen de lo sobrevalorados que están los sonidos y las palabras. Demuestra que esa costumbre arraigada de creer en la palabrería de la gente que no es consecuente con sus actos es algo irrelevante, que las palabras por si solas no tienen poder y que una acción tiene un valor no cuantificable si se compara con una palabra insensata.

Azabache tiene 14 años de edad, al rededor de unos 95 años si fuera persona -según lo que dicen quienes aman humanizar todo organismo- pero aún así aún tiene tiempo para acompañar a alguien mientras cocina, para pedir que lo consientan y para ladrarle a alguien que se acerca muy rápidamente… Si se piensa en la realidad hace 95 años (1918) alcanzo a imaginar la vida de mis abuelos. Mi abuela era una persona que valoraba el silencio, que no entendía la razón de tanto ruido en esta vida "moderna"; música a todo volumen, gente gritando, carros, sirenas, alarmas, buses pitando, gente insultandose, gente gritándole a otra gente cómo debería pensar, gente gritándole al cielo, gente siendo gente. Mi abuela, en cambio, amaba sentarse cerca al río que pasa detrás de la finca y escuchar el agua correr, escuchar como se quiebran las hojas secas cuando pasa una iguana, ver el sigilo con el que las serpientes se suben a los árboles. Desafortunadamente no conocí a mi abuela de jovén y no sé si esa admiración por sonidos puntuales y no estrepitosos fue adquirida con el tiempo, esa paciencia para observar las cosas y analizar la vida desde un punto más sincero… Azabache me hace pensar que ese amor se obtiene con el tiempo. 

Tal vez por eso quiero tanto a Azabache, porque ha vivido lo suficiente como para apreciar las pausas y olvidar el tiempo, ha visto suficiente gente acariciandole la cabeza como para tener que lanzarse sobre ellos. Azabache sabe que la creencia de "el tiempo es oro" es verdad, pero el tiempo, al igual que el oro, no va a salir corriendo si no se agarran en este preciso instante, él sabe que el oro toma mucho tiempo en formarse al igual que los recuerdos y el carácter. 

Azabache pasó conmigo varias horas a solas y algunas otras con otras personas, tal vez para él la felicidad es un poco de mi almuerzo o un paseo despacio junto a alguien por la casa. Tal vez la felicidad lo agarra uno en el momento menos esperado, con cosas pequeñas, modestas, casi insignificantes, pero uno se apresura como si se fuese a acabar y se asusta, corre hacia el otro lado y tiene miedo de ser inmensamente feliz por poco tiempo... Sé que es raro que escriba a un perro, este escrito parece más un fragmento de diario pero quería regalarle algo a Azabache, algo que no fuera material, algo como ese momento de reflexión que me dio él, como esa tarde sentados en silencio mirando los pájaros sobre los árboles.


Las pausas en la vida no lo son todo, pero son una parte importante. 

- Lu

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Calisto


Hice un viaje -no muy largo- a través de las masas relativas de las lunas jovianas. Estando en Ío me di cuenta que se me había hecho tarde. Había pasado más tiempo del debido en Europa y ahora no iba a alcanzar a llegar a Ganímedes para la función.


Tomé un expreso. No tuve suerte a pesar de llegar en tiempo record, y el show debía continuar. No me fue posible entrar. Me perdí de un espectáculo circense donde todas las criaturas hermosas se agolpaban con esas máscaras que una vez retiradas mostraban seres repugnantes llenos de cicatrices, odios, rencores, miedos y cigarrillos. Lamentándome por el deplorable espectáculo que me estaba pediendo me embarqué a Calisto. La pobre luna se había transformado en el sitio de tertulia de  los autoproclamados intelectuales, sabios y borrachos que pasaban la amargura de una vida existencialista con cerveza, vino y slurm. El viaje a Calisto se me hizo eterno, me imaginaba las criaturas en Ganimedes sonriendo horrorosamente, mostrando sus ilusiones rotas y alardeando logros inexistentes… Temía convertirme en uno de ellos.

Finalmente llegué a Calisto. Se respiraban aires románticos opioides, mientras voces deslumbrantes me recordaban que hay cosas que ignoramos y otras que no sabemos. Me senté y ordené una cerveza, luego otra, luego otras dos. Simplemente escuchaba, fumaba y asimilaba toda la "sabiduría" que estaba asfixiando la atmósfera. Me tragaba a bocanadas los peuso conocimientos que iban buscando oídos dispuestos a permitirles entrar.

Lo reconocí, era Evan, viejo amigo de penas y tribulaciones. Amigo de cervezas, tristezas y mierda. Con él había pasado momentos duros, había hijueputiado a muchas personas, había soñado con la tierra. Con él había reído de verdad, pero de esas risas que son pocas y difíciles de encontrar, son como diamantes Neptunianos que se esconden en la arena de los mares congelados, pero cuando afloran llenan de riquezas a quien los recibe.

Evan clavó su mirada en mis ojos, pidió dos cervezas y se sentó junto a mí:
- Tiempos aquellos cuando paseábamos por Calisto. - Dijo en tono divertido.
- Tiempos en los que aún no éramos monstruos - Respondió mi melancolía. 

Hablamos largo y tendido. Hablamos de política, amores, recuerdos, ideas, sueños y orgasmos. Hablamos de esperanzas rotas y problemas insolucionables. Brindamos por los vivos, los que para nosotros están muertos y por los muertos que deberían estar vivos. 

- Es tarde ¿Hasta qué hora pasan los expresos a Júpiter?
- Son las 25, ya no pasan. - Le respondí con poco animo.
- Tengo una habitación arrendada a unos cuantos bloques de aquí - Antes de que pudiera terminar la frase yo estaba en la calle prendiendo un cigarrillo. 

Compramos pizza, pasta y hamburguesas. La noche iba a ser larga. De nuestros labios se escapaban innumerables historias que necesitaban tratamiento. 

Llegamos a su habitación, era amplia y tenía algo similar a una cocina. Me senté en el sofá. Sestapamos la primera de muchas botellas de whisky marciano y empezamos a hablar. Las lagunas llenaron la habitación, pero alcanzo a recordar una frase: 

"Crees que es lo que mereces…" 

No recuerdo de qué hablábamos en ese instante, pero esa frase entró a mi cabeza como un monstruoso mapache a una carpa, revolcó todo y decidió quedarse a vivir allí.

Me desperté con resaca y ganas de morirme, había una nota en la mesita de noche:

"Salí a trabajar, vuelvo por ti a las 12". 

"Ni lo pienses" pensé. Tomé mis abrigo y mi desorden de cabeza y me fui. El expreso a Jupiter tardó 20 minutos en llegar, en ese tiempo tome varios litros de agua. Subí, llegué a Júpiter, tomé un espantoso bus lleno de polvo y uñas postizas, llegué a mi casa y dormí esperando que el monstruo ordenara mi cerebro. 

Al despertar mis pensamientos estaban en lugares desconocidos y mis sentimientos no sabían en qué cuarto habitar. Eso ya no estaba en mi cabeza pero el desastre seguía ahí, latente. Comí y me bañé esperando limpiarlo... Nada. Leí un mal libro en dos horas… Nada. Finalmente alguien llamó, alguien que iba a ver en el espectáculo de los seres horripilantes, alguien que me alegraba la vida,  alguien que había quedado en la misma habitación con la desconfianza y que no iba a encontrar el camino de vuelta al cariño...

Ayer se me metieron en la cabeza... Es más fácil tenerlos entre las piernas.

- Lula

lunes, 2 de diciembre de 2013

Ansiedad

Siento ansiedad de pensar en que no lo conozco, usted que me lee… ¿Se sentiría peor si supiera quién es usted?

lunes, 25 de noviembre de 2013

No hay comentarios


He tenido muchos tipos de relaciones: Amistades, aventuras de una noche, aventuras de un año, amores platónicos, confidentes… Y en casi todas he notado un triste patrón: En algún momento el tema se vuelve monótono, redundante, aburrido… 

Soy de esas personas que se aburre de los demás a los 5 minutos de conocerlos, al mes de hablar con ellos o a los 5 años de amistad porque han cambiado. No soy una persona constante, sé que hay personas que vale la pena conservar pero no las identifico y dejo ir a todo el mundo. Al final sólo me quedan los que no me dejan ir a mi. 

En los últimos días he pensado en el porqué de este patrón, en la razón para no querer apegarme a nadie y he notado que las personas que permito cerca mío años después de conocerme tienen una cualidad complicada: Me entretienen. Así como soy una persona que se aburre rápido de la gente, también me considero una persona que se aburre rápido de los temas, por más pasión que sienta por cosas como la ciencia, la fantasía y los libros, estos tres temas llegan a saturarme demasiado. Necesito rodearme de gente que me enseñe cosas nuevas, me de lecciones de vida, mecánica, cocina, poesía… Lo que sea, pero que me enseñe, que logre interesarme, que logre envolverme. Sé que es mucho pedir, sé que no es fácil de lograr y por eso a veces me esfuerzo por no alejarme de la gente por esta razón… Excepto en una situación específica; Cuando todo se vuelve sexo.


No sé que tan común sea esta situación, pero como este es mi escrito redacto desde mi punto de vista. Es increíble cuando uno se conecta con alguien, y me refiero a entender a esa persona, empatizar, compartir, no enamorarse, sólo conectarse. Eso es maravilloso. Es más increíble aún cuando hay una conexión con la otra persona en el tema sexual, es un juego entretenido, divertido y delicioso. Cuando se puede hablar con alguien y llegar a acuerdos que se ejecutarán de una manera tan natural que parece fingida o cuando simplemente no se habla sino que ambos poseen el mismo gusto, las mismas ganas y las mismas fantasías. 

En mi corta vida he encontrado poca gente con la que me conecte en este tipo de cosas pero desafortunadamente entre ellos existe la tendencia a sobre explotar el tema. Me explico mejor: despertarme y ver un mensaje erótico de buenos días (Algo entretenido que puede poner de buen humor a cualquiera que lo tome de buena gana), salir de la casa y encontrarme un mensaje de esos que no se pueden leer en voz alta, almorzar y que exprese su deseo por almorzarme a mí, comer algo y que me sea solicitada una visita al baño, comer y leer que me quiere junto a él y no para hacerme cosquillas, dormirme y que me den un beso de buenas noches en lugares poco decorosos, que me diga que soñará con mis tetas, mi culo pequeño y mi besos llenos de ganas. Suena bien, ¿No?… No, no después de una semana, dos, tres, un mes. Suena bien un día, o dos, esporádicamente, suena bien después de una conversación apasionante sobre motos, películas de Tarantino o conciertos a los que no iré porque no puedo tolerar los tumultos, entonces sí suena bien, pero si no se habla de otra cosa, si no se distrae la mente, si no se recuerda porqué empezamos a hablar entonces suena mal, muy mal, terriblemente mal, aburrido, monótono, incluso estúpido. 

Y entonces, volvemos al título, "No hay comentarios", no hay de que hablar, no se puede mantener una conversación fluida. Personalmente me cuesta mantener una conversación con esa persona, hemos hablado tanto de sexo que ahora los temas mundanos parecen extraños y de repente no encuentro nada en común con él -así antes fuéramos complemente compatibles-, de repente no hay nada que me emocione de él… Nada. 

Cuando todo se vuelve sexo se pasa de lo erótico al porno barato, de bajo presupuesto y malos actores. Así me siento yo con el pasar del tiempo… Ya no hay emoción, las ganas se vuelven tan cotidianas que dejo de sentir esa sonrisa picarona en mi cara, dejo de lamerme los labios y no me sonrojo más. Ahí acaba todo, es de esos finales que duelen porque no siempre pierdo a alguien desechable, por lo general es alguien valioso, alguien con quien había forjado confianza, alguien con quien podía hablar. Pero a veces es mejor despedirse de esa amistad, aventura, amor platónico, antes que el hastío me envuelva y me haga olvidar la maravillosa persona que había detrás de ese rostro lascivo, la persona que me hacía temblar. 

Esa es una sabia razón para una despedida. 

- Lula 

martes, 19 de noviembre de 2013

Cómo afrontar la vejez sin parecer anticuado.


Burlándose de la profundidad de los temas de las revistas en el país, surgió el título "Como afrontar la vejez sin parecer anticuado". Increíble pensar que la posibilidad de que se publique en un periódico o sea una nota en la sección de farándula de uno de los canales nacionales es bastante alta. ¡Señores! vivimos en un mundo lleno de mediocridad, donde moldean nuestra cabeza y la saturan de cosas banales con palabras bonitas.

Hace unos días me subí a un ascensor y dos estudiantes reían mientras leían la siguiente frase "El proyecto da complejidad a lo banal de la cotidianidad", se burlaban sin parar de la interpretación del evaluador sobre un proyecto que habían hecho en una noche ¿Si lo notan? un cúmulo de hojas sin importancia con una apreciación medianamente elaborada marca la diferencia en las calificaciones, publicaciones y citas periodísticas.

Pero nada de esto importa porque salió a la venta el iPad Air, porque el normal era demasiado pesado y el iPhone 5s porque el modelo anterior no es plateado… Mediocridad, mediocridad es lo que se respira. Mediocridad en el mercado, donde nos crean necesidades nuevas apoyandose en nuestras cabezas moldeadas que asimilan todo como cierto y de repente mueren por un celular de otro color o una nueva consola que trae un botón distinto. Mediocridad en la música que ahora no dura más de tres minutos porque no tienen más analogías para referirse al sexo y no saben suficientes groserías para agregar un segundo más. Mediocridad en el porno que ahora se basa en silicona barata para excitar las mentes ávidas de deseo generado por el permanente bombardeo del doble sentido, los labios, las tetas y los culos que venden como si fueran orgasmos embotellados. Mediocridad en las sonrisas fingidas, en los peinados postizos, en las imitaciones de arte y la ciencia del tarot…
Mi abuela Isabel

- Mediocridad, eso es lo que nos sobra. - Grité una vez y mi grupo de trabajo se sintió ofendido porque por un segundo creí que podíamos salir del molde que hicieron especialmente para nosotros, ser mejores, trabajar por pasión, porque queremos, porque nos interesa el resultado...

Y ahora estoy aquí, escribiendo como si mis años se doblaran hasta construir una manta rancia que anhela la suavidad del pasado, como si hubiera vivido otra época, saboreado otros olores y visto amaneceres con ese color viejo característico de los recuerdos que denotan las arrugas…Pero no, no tengo vejez que afrontar y no puedo luchar con mi gusto por lo anticuado, porque nací vieja y odiando el ruido, los tumultos, los colores artificiales y la mediocridad.

No busco perfección, busco transparencia. No quiero riqueza, quiero calidad. Quiero recuerdos auténticos, necesidades reales como tomar agua en un desierto o abrazar a alguien a quien necesito cerca. Quiero poder ver a través de toda esa mediocridad y encontrar una sonrisa sincera, sin silicona, llena de miedos y prejuicios…Una sonrisa de esas que regala la vejez.

- Para mi amigo más viejo.

Lu.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Para ser sinceros...

Carlos: 

Para ser sinceros... La verdad no existe, la transparencia se logra solo a la luz de una buena cantidad de dulce y traicionero alcohol o alguna sustancia que nos hace creer que nuestra realidad esta rodeada de franqueza.

La mentira está a la orden del día. Se puede pedir como mentira piadosa, cruel, blanca, negra, conveniente, interesada e incluso enamorada. Es tan común que se ondea como bandera en la rosa de los vientos, siendo motivo de orgullo de aquellos que encuentran el engaño como insignia para diferenciarse en la común personalidad de la gris monotonía... Es tan común que he decidido redactar en el computador y no sobre una hoja de papel, para así poder seleccionar y borrar el exceso de sinceridad y que tú, Carlos, no te sientas abrumado.

Y así vivimos, nos conformamos con la cómoda mentira por el placer de la falsa felicidad, y eso nos genera… Nos genera… Nada… Nada más... Un esquema, porque esta de moda esquematizar el corazón para encajar los sentimientos con lo que denominamos "realidad"... Y así olvidamos que los sentimientos no se eligen, pero sí pueden controlarse, porque una mentira dicha con convicción mil veces se vuelve una verdad a medias en el cerebro, y un candado se vuelve una emoción.

Y así entendemos que para ser sinceros, es mejor mentir... Pues nadie quiere la verdad, que está allí, apartada como una enfermedad mortal que no queremos que invada nuestro falso corazón.

- ¿Qué pasó con la verdad?…
-  Ha desaparecido lentamente, así como el primer signo de interrogación…

Aparece eventualmente en algún escrito que destroza el corazón y corrompe la conformidad del alma, y por eso, solo por eso, es relegada otra vez al olvido, porque arruinó una falsa amistad y ahora no es posible pedir ese favor al rededor del cual se construyó todo, porque hizo que pelearan dos enamorados,  porque demostró que la novia no lo estaba disfrutando como se debe, y su orgasmo surgió del delicioso pensamiento de imaginar que el niño que quería concebir le iba a dar todas las comodidades económicas que ella merecía por estar "haciéndole el favor" al novio que pensaba en ella, tal vez en otra, tal vez en mí... o tal vez en nadie.

Y así rellenamos la realidad con un ciclo de mentiras que nadie se molesta en señalar, y nos hacemos infelices por ese "te amo" que no dijimos o ese "lo siento" que dijimos sin sentir. Dejamos que lentamente todo ese veneno se apodere de nosotros y proclamamos que hemos "madurado" porque llenamos nuestros pensamientos con puertas cerradas y cintas de "no pase". Nos convencemos que si no lo decimos en voz alta no se hará realidad.

Y aquí estamos... Yo relleno las páginas con sinceridad ponzoñosa y tu observas con la curiosidad sepulcral que se ha vuelto tan cómoda y ahora hace parte de la mentira... Y aquí estamos y aquí no estamos, porque nos dejamos de ver hace varios veranos que prometimos que serían futuros... Que llamamos eternos... Y así seguimos sin seguir con la elaborada mentira.

Y así mentimos, aprovechando que la mentira está a la orden del día.

Así que pásame un cigarrillo y miénteme una vez más… Es mejor mentir. 

Antonia
Agosto 19 - 2012 
Marte

domingo, 10 de noviembre de 2013

Manías de Noviembre

Para Sofía noviembre es un mes denso, muy denso... Se puede nadar en la densidad de la nostalgia Nomvembrina que inunda la sala, el comedor, el cuarto, la cama, la ventana, el balcón, los sueños.

En Noviembre Sofía ve muchas veces "V of Vendetta" y repite "Remember, remember the fifth of November" mientras piensa como fue su 5 de Noviembre hace varios años.

En Noviembre Sofía atraviesa la mayor cantidad de puentes posible, cuando está a la mitad del puente se detiene, suena "Wish you were here", mira hacia abajo y escucha las voces escondidas de la ciudad que le gritan: 
- Salta -.Sofía ya es mayor, hace cinco años lo habría intentado, hace dos lo habría reflexionado, ahora simplemente se pone de nuevo los audífonos, espera a que suene "The dark side of the moon" y sigue caminando, pasa el puente y le regala una lágrima de esas que se desperdician.

En Noviembre Sofía siempre tiene gripa, o eso es lo que afirma, las personas susurran que es una excusa para justificar sus ojos llorosos y su nariz roja. Sofía sabe que sí es una excusa. Cuando llueve se sienta bajo la lluvia para sentir el frío que deja el mes de Octubre.

- Quiereme siempre - Repite. Sabe que esta frase la utiliza de una forma inapropiada, pero es todo lo que la vida le ha permitido hacer. 

En Noviembre tiene la regla de escuchar Pink Floyd estando sola, no lagrimear en público y no comentarle a nadie. Pero Sofía no sabe que entre las palabras se le escapan suspiros que la delatan. 

A veces piensa en Alexa y siente un odio visceral  que la hace sentir náuseas. A veces sólo siente tristeza, a veces no siente nada… Hasta que llega Antonia.

-Belcebú 

jueves, 7 de noviembre de 2013

A la izquierda


Los días en los que uno no sabe a donde ir son los que más enseñan, pero si se escoge el camino equivocado pueden ser de esos que de tanto reir duele el estomago, en los que se lagrimea y  hace falta el aire… O los que más duelen.


- Lu

miércoles, 6 de noviembre de 2013

martes, 5 de noviembre de 2013

Decir no y dejar así

- El truco es ese, crear un discurso con el que se sientan identificadas todas. - me dijo mi conciencia mientras escuchábamos poesía barata de esa que se vende al mejor par de tetas.

Efecivamente ese es el truco, parecer sincero, volverse actor, actor de los mejores... Y ahí es cuando uno debe decir "deje así". 

Siempre he tratado de evitar las situaciones de las que no puedo salir bien librada por medio de un certero "no", pero últimamente un "sí" se atraviesa inconforme con la situación y me patea la razón. Por esto he descubierto el poder de dejar así, de no molestarme en arreglar ni entender ciertas cosas que en el fondo sé que no tienen mayor valor que el agregado por mi. 

Así que a los "te quiero", "te amo" y "te extraño" Marte me ha enseñado a responder "deje así". Y todos dicen que tengo mucha suerte por poder manejar situaciones como esa, pero... ¿Qué pasa cuando realmente me interesa... Cuando me duele?...

La costumbre me ha inculcado  implementar el "dejar así" a cada momento, por ende cuando me importa debo convencerme a mi misma que es un deje así más y que no debería gastar energía en eso, así que trato de ahorrarme hasta la tristeza y me sumerjo en un aburrimiento profundo y perpetuo, en el letargo de "dejar así". 

Al final del día nada me importa, pero nada me acompaña tampoco y de repente "dejar así" se vuelve más doloroso que haber dicho "no" en el momento menos indicado...

Supongo que dejaré así. 

-Lu 

jueves, 31 de octubre de 2013

Tormenta en Saturno



"No entiendo los sonidos de alerta, últimamente no entiendo ningún sonido..." 

Tras escribir esto cerró los ojos y dejó que los sonidos la inundaran. Sonaban choques, cuerpos metálicos retorciendose, comprimiendo sus paredes. Sonaban objetos macizos cayendo y transformandose en pequeños pedazos que se esparcen por la mortuoria superficie. Hace varios días habían dejado de sonar las voces de los cuerpos vivos, llenas de angustia. 

-

Athdara nunca fue buena interpretando señales, se perdía con facilidad leyendo un mapa y odiaba las convenciones (tanto escritas como sociales). Siempre era la única dentro del edificio durante un simulacro y no encontraba diferencia entre la sirena de los bomberos, las ambulancias y los patrulleros. 

Nació en una época donde no se le permitía a la mujer tener hijos naturales. Estaba recién implantada la ley para el control de natalidad, que dictaba que ningún niño sería concebido fuera de una caja de petri en del laboratorio, de lo contrario su desarrollo sería interrumpido. Athdara, hija de Letis, fue dada a luz en lo más profundo de las montañas, después de que Letis matara a su esposo Elliar cuando él trató de denunciarla y entregar a su hija al destino que dictaba la ley. 

-

Letis crió a Athdara dentro de una cueva en la montaña Ea hasta que ella cumplió 5 años, edad en la que a los niños sanos se les permitía salir del laboratorio para ser educados por una familia que así lo deseara. A los cinco años Athdara enfermó terriblemente. Sus hermosos cachetes rosados se veían rojos como su cabello. Lethis se vio obligada a ir a Gawen, un pueblo a 3 días de camino. Allí Letis aseguró haber sobrevivido a un naufragio donde murió su esposo. Lamentaba tener que criar a su hija recién adoptada. Lloró al sentir el terror de perder a Athdara por ser una madre soltera, pero los habitantes de ese pequeño pueblo se compadecieron de la pobre mujer y le permitieron quedarse en el pueblo con su hija, sin decirle a los patrulleros dela recién electa presidenta. 

Athdara fue tratada como una paria por los niños de la aldea. No hablaba mucho, no era muy sociable y desde que había aprendido a leer prefería sentarse en el parque junto con Paden -su oso hormiguero- para leer libros viejos de King. Mientras ella estaba viajando por mundos terrestres a los que era ajena, los niños le tiraban piedras y le decían "bruja" y "ginger" -con el paso del tiempo se había convertido en un insulto ya que en los laboratorios ya no hacían niñas pelirrojas-. 

Con los años empezaron a cantar

"Las pelirrojas son brujas,
traídas desde el infierno,
van a quemarse en la hoguera,
mientras arde en su sangre el veneno.
Si las miras a los ojos
te convertirán en piedra.
Y si matas a su oso
te triturarán la lengua."

Ella no se dio cuenta que esa tonada le pertenecía hasta que un día en el centro de educación le arrojaron tomates naranjas mientras le gritaban bruja y cantaban esa canción. Mientras la niña lloraba cayó un relámpago en el árbol donde habían escrito "Athdara la bruja". Ahora todos le temían.

Athdara crecía. Toren, el hijo del panadero del pueblo, era el único que no la creía bruja. Él y Paden eran los únicos lo suficientemente sensatos para saber que toda esa historia era un mito -aparte de Letis, que la adoraba con todo el corazón-. Una noche frente al lago, Toren le propuso jugar a decir secretos. Él le confesó su amor y ella le correspondió con un largo beso. A medida que pasaba la noche los secretos se iban haciendo más oscuros, Toren le contó que vio ahogarse a uno de los patrulleros presicendiales y que no lo ayudó. Ese mismo patrullero había golpeado a su padre días atrás. Finalmente ella lo pronunció, se llenó de fuerzas y le contó a Toren que no había crecido en el jardín dentro del laboratorio, que nunca había sido revisada por las máquinas gigantes de la ciudad, que su madre biológica era Letis. Toren la miró largo rato en un silencio tan aplastante que la hizo llorar, se levantó y se fue. 

No hablaron por meses. Athdara tenía miedo de que Toren revelara el secreto, sin embargo no se atrevió a contarle a su madre que había roto la promesa que le había jurado mantener. 

-

Una noche Athdara salió de su cuarto tras notar la ausencia de Paden. Abrió la puerta de su casa y pudo ver un resplandor naranja alzándose en el cielo nocturno, alcanzó a distinguir unos gritos:

"Las pelirrojas son brujas
traídas desde el infierno
van a quemarse en la hoguera..."


Toren había hablado...

Corrió a su cuarto, despertó a su madre, tomó una maleta donde empacó un poco de comida, ropa, y un libro, y juntas salieron de la casa para internarse en el bosque. Athdara en su afán de huir tropezó con una rama y cayó por un barranco no muy profundo. Letice bajó a toda prisa a auxiliarla pero Athdara se levantó y siguió corriendo. En lo profundo del risco Athdara encontró a Paden con una flecha incrustada en una pata trasera, lo alzó y junto a Letice caminaron hasta el amanecer. 

Letice volvió a Ea, volvió a la cueva que había sido su hogar por cinco años, volteó la mirada y abrazó a su hija. No habían pronunciado palabra en tres días, Letice estaba molesta, pero ya no importaba. No importaba que Athdara hubiera arruinado lo que juntas habían construido los últimos 12 años, ella seguía siendo su hija. 

- Acuestate a dormir, mi niña. - Dijo.

Pero Athdara no reaccionó. Letice la volvió a llamar, una, dos, tres veces más pero Athdara no giró su cabeza. Letice la abrazó de nuevo, detalló la cara de su hija y lloró. Ese hermoso cabello rojizo había ocultado la sangre que ahora estaba seca y que en algún momento había bañado los oídos de Athdara. Ahora estaba sorda. 

-

Ante la nueva condición de su hija, Letice sabía que debía buscar al médico del pueblo. Un hombre noble que conoció su secreto 12 años atrás. Volvió al pueblo una vez por semana, pero le fue imposible llegar hasta la casa del Doctor Callibun. Sentía miedo de morir y era imposible esquivar a los patrulleros. Un mes después Athdara amaneció con mucho dolor en sus oídos, más del que había soportado en silencio para no preocupar a su madre. Lloraba tratando de disimular las lágrimas pero Letice lo notó. Se armó de valor, rogó porque ya hubieran olvidado el tema, besó a Athdara sin expresarle a donde iba y se fue. No tenía idea de como iba a llegar al hospital del pueblo, pero tenía que lograrlo. Athdara lloró hasta dormirse. 

La despertó el golpe de un objeto gigante contra la roca. Se asomó y alcanzó a distinguir relámpagos por doquier, polvo, árboles volando y lluvia color purpura inundando el bosque, los valles, el pueblo... Buscó a su madre con la mirada pero no encontró nada. Tampoco encontró a Paden. Estaba sola. 
-

La tormenta duró semanas. La comida empezaba a escasear el la cueva y Athdara moría cada vez que se ocultaba el tenue sol que traspasaba las rojizas nubes. No sabía nada de su madre y la angustia la hacía llorar cada atardecer. 


Una noche escuchó un relámpago caer muy cerca de Ea... Escuchó como crujían los árboles, como se rompía la vida ante la fuerza de la tormenta... Había recuperado la capacidad de oír, como por arte de magia. Tal vez sí era bruja, tal vez todo iba a estar bien. Escuchó atentamente la espeluznante tragedia que traía consigo la tormenta púrpura. Si cerraba los ojos podía escuchar personas llorando, aterrorizadas, indefensas... Entonces pensó en su madre y lloró desconsolada. sacó entonces el libro y escribió con un pedazo de carbón: 

"No entiendo los sonidos de alerta, últimamente no entiendo ningún sonido, sólo el sonido de tu voz... ¿Dónde estás, mamá?." 


Días después, en un arranque de desesperación decidió salir a buscarla, su valentía podía contra cualquier desastre. 

A la tormenta le tomó 30 minutos doblegar la fuerza de la tierna criatura y convertirla en un recuerdo.


La tormenta cesó. No quedó nada del pueblo, del bosque ni de la montaña. Los relámpagos modificaron el paisaje, dejando una montaña de objetos que alguna vez habían estado configurados para cumplir una función. 

En el edificio del presidente sonó el telefono: 

- Señora, la operación se completó.
- ¿Acabaron con la niña?
- Sí señora. La tormenta duró exactamente dos semanas, no queda nadie vivo en ese lugar. 
- Perfecto, cuéntele a los medios de comunicación que quien no acata los mandatos presidenciales llevará a su pueblo al infierno. 

Cuando puedan controlar las tormentas, nada evitará que dominen Saturno. 


- Belcebú



martes, 29 de octubre de 2013

Hades y Perséfone.


- Quédate - dijo ella con la inocencia de una niña y los ojos a rebosar de emoción ingenua. 

Corría a toda prisa el mes de Octubre, las brujas salían de sus casas disfrazadas de princesas, calabazas o pintorescos personajes de la Edad Moderna. 

Ellos habían programado una reunión épica, llena de cantos, costumbres célticas, hogueras de la inquisición e imágenes inquietantes, relucientes. Imágenes intencionalmente diseñadas para perturbar a primera vista y enamorar tras contemplarlas de nuevo, y escuchar su historia. Un verdadero día de las brujas.

La celebración iba a tener cabida el sábado primero de Noviembre en la casa del más peculiar de los personajes, el más reservado, de mirada profunda inundada de tristeza. La finca de Arturo era el lugar perfecto para un evento de tal magnitud. 

Toda la sociedad heterogénea que sonreía al unísono había sido convocada: mujeres puritanas, mojigatas, soñadoras y libertinas constituían el selecto grupo, juntó a hombres risueños, fáciles, serios, tomadores y melancólicos. Era un espectáculo digno de ver, diferentes pensamientos reunidos ante una copa de vino, imitando los dioses mundanos del Olimpo que no se distinguían por su serenidad y equilibrio. 

Los planes de Sofía eran perfectos, una fiesta, una sonrisa, tal vez un beso. Arturo no tenía nada que perder y ella lo había apostado todo hacía tiempo, no había vuelta atrás, nada podía estropear lo que se había premeditado. 

- Debo irme - Le dijo Arturo - No será por mucho tiempo. 

- Vete el domingo, si quieres cancelamos todo, pero no te vayas hoy - Sofía tenía miedo de que al viajar se rompiera esa felicidad que había entre los dos, esa complicidad que casi podía tocarse. Curvó los labios, los ojos se le llenaron de lágrimas, logró esa mueca, ese gesto que Arturo detestaba, que le partía el corazón.

- No vamos a cancelar nada, el viernes tu serás Perséfone y yo seré Hades. 

La conversación terminó ahí, el tema no se volvió a mencionar. 

**


La organización de la magnifica fiesta entretenía a todos los invitados, a todos menos a dos.  Sofía y Arturo habían construido una burbuja, lejos de las noches oscuras y lluviosas del mundo, lejos de la fría ciudad. Por fin Arturo había logrado cerrar esa burbuja, había sellado esas últimas grietas y ahora era completamente impermeable a los odios de Alexa, que amenazaba con finalizar su existencia si Arturo no volvía de rodillas, pidiendo perdón y arrojando esa burbuja -con Sofía adentro- al mismísimo infierno. 

Alexa era una persona de semblante pálido y tez grisácea, daba la impresión de siempre estar enferma. Tenía senos pequeños, ojos adormilados y un carácter intensamente explosivo, capaz de sacar de quicio a Gandhi en 5 minutos. Por otro lado, Arturo era reservado, reflexivo y melancólico. Vivía en el pasado, en el recuerdo de su madre, vivía en el ayer. Arturo y Alexa compartieron sus sueños hasta una noche despejada donde Alexa cometió el error de dejarse ver en público con un hombre corpulento, de manos pesadas y ojos furiosos en el bar "Tablones", sobre la avenida las Palmas. Arturo pasaba todos los días por "Tablones" camino a casa, siempre le pareció un lugar muy ruidoso y lleno de gente vacía. Una noche escuchó alguien que gritaba, su voz se alzaba sobre la música desafinada. Al girar la cabeza se encontró con los ojos de Alexa, pero los ojos de Alexa no encontraron los de él. Un hombre de 1,90m de estatura le gritaba "Tu eres mía, no de ese hijo de puta que no te lo clava como te gusta. Eres mía porque quieres más mi verga que el dinero de ese maricotas." 

Sofía era una niña soñadora, 7 años menor que Arturo. Vivía entre murallas de libros y fantaseaba con historias digna de escribir. Había decidido delegar la tediosa tarea de enamorarse sin remedio a esa melancolía característica de Arturo, quería llenarlo de alegría y llevarlo a su mundo amurallado para verlo sonreír. 

**

Arturo le había dado a Sofía una copia de las llaves de su casa. Ella la conocía bien, había memorizado cada cuadro, cada esquina, cada partícula de polvo para encontrar la forma de mantenerlas en perfecta armonía con el corazón de Arturo. Entró a la casa, sirvió un poco de leche de vainilla que tanto amaba y entró a buscar el hermoso violín que Arturo había comprado para escucharla tocar. 

Arturo parecía conocerla desde la punta del dedo gordo hasta las cejas que se escondían tras las gafas color café. Había detallado sus labios rosados, su pelo desordenado, sus lentes siempre sucios, sus dedos callosos por el dulce roce de las cuerdas del violín, su manía de comerse las uñas y el pelo... Pero lo que más había detallado era sus sonrisas, todas, las de sorpresa, emoción, burla... Todas... 

Sofía entró al cuarto. Una sonrisa sincera se dibujó bajo sus cachetes que se sonrojaban lentamente, sin dejar rastro de discreción. 

- Hola, pequeña. 

- Hola, grande. 

Se miraron, sabían que no era necesario más para sentirse bien. Hablaron de música, estrellas, constelaciones, recuerdos... Era perfecto, el momento era perfecto. Podía retratarse y no se había logrado plasmar ni la mínima parte de su cómodo aroma, de las cosquillas, de las sonrisas...

**

- Yo sabía que estabas con Sofía, ella montó todo ese escándalo descomunal para alejarte de mí, pero no te preocupes, no vas a extrañarme más. - Alexa aun conservaba un juego de llaves. 

Se fue tal como entró, sin decir más. Antes de salir tiró un florero al piso, esperó a que el sonido del cristal quebrándose inundara la casa y desgarrara la perfección que habían construido Sofía y Arturo. Volteó la mirada, sonrió y cerró la puerta. 

**

- Alexa no me contesta. - Por la cabeza de Arturo sólo pasaban las múltiples veces en que la había llevado a un centro de reposo por tratar de atentar consigo misma. 
- Deberías ir a buscarla, sólo para asegurarte que está bien. - Al pronunciar estas palabras Sofía se arrepintió, si él iba tras Alexa, ella iba a volver a estar sin él.
- No, eso es lo que ella quiere.
- Ve - Dijo Sofía con tono severo.
- Voy a pasar por su casa, hablaré con ella y vuelvo. 

**

Sofía se fue en taxi a su casa, no quería que Arturo viera la angustia en sus ojos... Se había propuesto no ver a Arturo hasta el viernes, día en que partirían hacia la finca para la esperada fiesta. 

Arturo tomó la billetera, las llaves de la camioneta y un saco negro que Sofía adoraba, se subió a la camioneta y condujo despacio. Escuchaba "The dark side of the moon" de Pink Floyd mientras conducía. Pensaba en la forma en la que Sofía había salido de la casa, en el abrazo que le había dado antes de subirse al taxi, en el beso que le había robado para obligarla a sonreír. 

Parqueó. 

Se bajó de la camioneta. 

Miró fijamente a los ojos a esos dos hombres que se acercaron a él.  

El cuchillo  se deslizó rápidamente sobre  el saco negro que Sofía adoraba, la camisa, el pecho... Hizo un corte tan preciso que parecía quirúrjico. Se deslizó nuevamente por la espalda, el abdomen, las costillas, una y otra vez. Si se ponía suficiente atención podía escucharse como cedía la blanda carne blanca a la caricia del filo, como brotaba la sangre roja que antes paseaba por el noble corazón del personaje que fácilmente fue endiosado para los más nobles propósitos de redacción. 

Un grito ahogado se atoró en la garganta. El grito chocó abruptamente con el reluciente metal bajo la luz del moderno farol, trató de buscar otra vía de escape y encontró un agujero donde antes había tejido vivo, palpitante... 

Cerró los ojos tal vez buscando la llave que abriría el nirvana. No la encontró. En cambio lo invadió ese deseo natural de seguir viviendo, esas ganas de volver a ver a Sofía y robarle un poco más de inocencia, o no verla jamás. Esas ganas de ayudar al hijo del conductor que ya casi tenía 8 años y no tenía dinero para comprar ese carro con control remoto que tanto quería. Tal vez pensó en la niña campesina que vivía en la finca y quería ser princesa sólo mientras cumplía 15 años y a la que él le había prometido un vestido, un vals y un príncipe. Lo invadieron esas ganas de volver a ver a Alexa, abrazarla y hacerla entender que eso que ella vive no es la vida. Esas ganas de tomar, besar, sentir un orgasmo, comer pasta, fumar, drogarse un poco, vivir.

Arturo era un hombre destinado a no vivir mucho, tenía hemofilia tipo A -del tipo leve-, la hemofilia se extendió por toda la acera, manchando de rojo las diminutas piedras blancas que había en frente de la puerta de la casa de Alexa, que miraba silenciosamente desde la ventana. 

Sofía lo iba a amar el resto de su vida.

- Belcebú

sábado, 26 de octubre de 2013

Estar jodido

  Uno sabe que está jodido cuando se toma una botella de vino sola, en la casa, pensando en lo que pudo ser la vida si años atrás no se hubiesen cometido tantos errores.
  Uno sabe que está jodido cuando está en la oficina, le baja el periodo y se mancha. 
  Uno sabe que está jodido cuando deja de hablar para estar más tiempo nadando en fantasías en lo más profundo de su alma, cuando prefiere la ficción a la realidad y cuando no soporta mirarse a un espejo.
  Uno sabe que está jodido cuando ni los obreros lo morbosean.
  Uno sabe que está jodido cuando lagrimea en el transporte público, cuando solloza en un café y cuando se queda bajo la lluvia esperando que las gotas lleguen a algún lugar del corazón y limpien algo que no está bien.
   Uno sabe que está jodido cuando le ceden una silla para discapacitados, mujeres embarazadas o niños.
   Uno sabe que está jodido cuando le toca hacer fuerza para no llorar, cuando se muerde los labios para reír y cuando lee para olvidar.
   Uno sabe que está jodido cuando dice "Todo está  bien" o cuando pronuncia "Estoy de mal genio" para disimular algún otro sentimiento.
   Uno sabe que está jodido cuando desempaca cosas y llega a la caja que dice "delicado" donde hay cosas tan bonitas, tan llenas de recuerdos que las bota a la basura, para que no puedan hacer más daño.
    Uno sabe que está jodido cuando pierde las llaves o la tarjeta de identificación.
   Uno sabe que está jodido cuando no tiene para el bus, o cuando no le importa no tener para el almuerzo porque sabe que ese nudo en el estómago no se va a deshacer y no va a sentir hambre.
   Uno sabe que está jodido cuando se obliga a comer, a ir a fiestas o a socializar. Cuando se obliga a no fumar, a no tomar, a no suspirar, cuando se obliga a ser fuerte y no comportarse como un niño pequeño para no hacer berrinches por cosas que ya no tienen sentido.
   Uno sabe que está jodido cuando pisa mierda, cuando no hay papel en el baño, cuando se acabó el mercado, cuando no hay internet, ni televisión, ni hay nadie a quien llamar.
   Uno sabe que está jodido cuando le cortan el celular y nadie lo nota, cuando no va a trabajar y nadie lo pregunta, cuando no habla con nadie y nadie lo extraña.
   Uno sabe que está jodido cuando necesita alguien con quien hablar en la noche y todas las fiestas son más importantes que uno.
   Uno sabe que está jodido cuando se le para un halcón encima. 


  Uno sabe que está jodido... Cuando hace una lista para saber que está realmente jodido.

- Lula

jueves, 24 de octubre de 2013

Viajar

Hoy lagrimié de pensar que Nicolás no va a tener más donde encontrarme... Después pensé en lo estúpida que soy al pensar que va a buscarme...

lunes, 21 de octubre de 2013

Miento.


Las mujeres prefieren la gastritis que la diabetes... Me lo dijo alguien hace poco. Para mi eso es una total mentira. Miento.

Soy una persona que no confía en nadie porque soy capaz de decir mentiras con tal fluidez que parecen espejismos, pero juro solemnemente que me voy a enamorar del próximo que sea transparentemente dulce conmigo. Miento.

Hace años no me invitan a un plan de comer helado, salir a un parque o ver un atardecer. Ahora todos los planes son amargos como el café y peligrosos como el Tequila. Todos los planes involucran un cuarto oscuro, manoseadas, indirectas, lascivia y demás. Ya nada involucra hacer reír al otro, mostrarle los placeres de la Nutella sobre un pan tostado o preocuparse porque no sienta frío mientras se está en el parque hablando sobre las nubes que se acumulan en las neuronas y hacen figuras graciosas sobre las pupilas. 

Le juré amor eterno a alguien que me llevaba a comer maíz de colores, que me hacía reír con apuestas en el parque, que disfrutaba untarme una malteada de macadamia en los cachetes y limpiarme con la servilleta que tenía chocolate. Miento. Le juré amor eterno a alguien que me perseguía entre los cafetales con el afán de que yo no parara de sonreír ni encontrara una serpiente venenosa, a ese que me regalaba flores de dulce y lunas de chocolate blanco. Miento.

Creo que uno puede jurar amor eterno cuando es pequeño porque en ese entonces todo es más dulce, porque los planes vienen cargados de alegría y la vida no alcanza para sonreír lo que soñamos... Pero ahora somos un corazón duro, lleno de responsabilidades y heridas que dejó la diabetes, heridas demasiado dolorosas para olvidarse. Ahora miento.

Lo que las mujeres  quieren es alguien que les haga olvidar que en algún momento le faltó dulce a su vida... Yo quiero alguien que remplace la gastritis por sonrisas, alguien que endulce los sueños oscuros que hacen sentir nauseas. Miento.

Quiero alguien dulce, pero que no me produzca diabetes. Miento en lo que quiero.

Miento. Quiero café.

No quiero.

- Lula 

sábado, 19 de octubre de 2013

Una adicción


- ¿Y si nos vamos juntos al infierno?

- Una eternidad es mucho. -Dijo mientras calculaba cuanto tardaría el cigarrillo en quemarse. 

- Deberías dejar de fumar, eso ya es una adicción. 

- Ya soy adicta a cosas peores. 

- ¿Estás insinuando algo? - Trató de mirarla a los ojos, pero ella estaba buscando el encendedor en su bolsillo. 

- Estoy tratando de decirte que si fumo o no, no es problema tuyo. 

- ¡Sí es problema mío!. - Hubo un silencio incómodo. Él hace mucho no levantaba la voz y ella no estaba del todo bien con eso.

- No lo es, al final tu siempre te vas. Si me pasara algo tal vez me mandarías un mensaje, una tarjeta o una carta desde otro lugar... Si quieres, puedes no enviarme nada. -Dijo ella. Era el cuarto cigarrillo que se fumaba desde que sirvieron el café, él la ponía ansiosa y el café era demasiado amargo... El de los dos. 

- Te extrañaría, iría al infierno a buscarte y me quedaría allá contigo. - Las palabras se ahogaban, él gritaba pero ella había construido un muro de cristal entre los dos, de un cristal irrompible que sólo le permitía verla. 

- No me encontrarías, no te darían permiso... - Los ojos se le aguaban, sentía como se empañaban sus pestañas y como rozaban el lente de las gafas que ahora tenía lineas delicadas de tristeza. 

- No necesito permiso para hacerte sentir. - La rabia se había ido, ahora los cigarrillos eran lo de menos, ahora lo que lo inquietaba era el tono desolador de cada una de las palabras de ella, ese tono que congelaba la densa atmósfera y agujereaba los sentimientos. 


- Ya no puedes... - Se atragantó con café, un café frío e insípido. Le daba miedo pronunciar esas palabras, sabía que algo se iba a quebrar después de eso. 

- ¿Ya no puedo qué? ¿Ya no puedo verte sin sentir que necesito tus abrazos, que si no te tengo cerca no veo, que si no sonríes me falta aire? - Efectivamente, el aire se iba agotando entre los dos. 

- Deja ya la cursilería, eso a ti no se te da bien. 

- ¡Es verdad! -Se puso de pie, nadie en el café volteó la mirada, nadie quería contagiarse con esa lúgubre aura. 

- ¡Me mientes! - Respondió ella en el mismo tono, estaba alterada y dos tiernas lágrimas le recorrían las frías mejillas. El cigarrillo se apagó. 

- Tengo algo que decirte... - Se sentó - La verdad es que me muero por darte un beso, sé que nunca lo he hecho pero... - Sonó su celular, la miró, miró su celular, volvió a mirar. Dudó si contestar.

- Contesta - Dijo ella, se limpió las lagrimas, tomó su maleta y se levantó. - Adiós. 

Caminó hacia la puerta y salió, empezó a nevar, en una ciudad donde nunca nieva... Él se levantó rapidamente, pero en la salida del café la mesera le pidió el favor de que pagara la cuenta. Pagó a toda prisa y cuando salió ella ya no estaba. 

Él no pudo decirle que ya no tenía nada con la mujer de la llamada.

Ella dobló la esquina, cruzó la calle, disfrutó del frío clavandose como mil agujas en las piernas bajo la bonita falda y en sus manos mientras encendía otro cigarrillo. Contempló la nieve del infierno caer a su alrededor y sintió que las lagrimas se congelaban sobre su cara. No estaba segura de donde estaba, en un recuerdo o en un sueño, así que siguió caminando. Caminó hasta el lugar donde se acababa la imaginación y desapareció en un abrir de ojos... 

Ella no pudo decirle, él no estaba con ella... Soñar con él, eso ya es una adicción.

-Lu

viernes, 11 de octubre de 2013

Las tortugas se parecen a los libros.


Tengo una colección de tortugas, unas grandes, otras chiquitas, unas de cobre, madera, cerámica o arcilla, tela, cuero... Todas esas tortugas han sido regalos, nunca he comprado una por mi cuenta, supongo que la gente siempre que ve una tortuga recuerda lo mucho que yo las amo y me las regala. 


También tengo una colección de libros; de comedia, tragedia, obras, poemas, libros de 50 páginas y sagas casi completas... Tengo muchos libros, pero de vez en cuando los regalo porque los libros me traen recuerdos, me traen más recuerdos las tortugas, aunque los libros los he comprado yo... Muy pocos me regalan libros.

Tengo tortugas de todos los hombres que me han hecho sonreír...  Y de algunas mujeres.


Las tortugas son como mis días, hay unas pesadas, otras ligeras, unas que al caer hacen ruido y rompen baldosas y otras que simplemente se quiebran, unas claras, otras oscuras, unas sonríen y otras lloran. Tengo algunas tortugas rotas de algunas mudanzas, tengo algunos recuerdos rotos de algunas sonrisas. Tengo fotos, formas, llaveros, dibujos, aretes, collares e incluso un peluche que me trajo mi hermano de un viaje... Cualquiera que no me haya regalado una tortuga es porque no me conoce.

Cada vez que las veo me hacen sonreír. Cada una guarda un secreto distinto, cada una me recuerda una razón para que me la regalaran y una historia que terminó... Cada una me llena de una alegría nostálgica que tienen las cartas viejas o los abrazos empolvados. 


Cada libro significa alguien a quien no volveré a ver, un personaje que leí, conocí, me enamoré, lloré, me emocioné y ahora ya no existe. Es como si hubiera peleado irremediablemente con él y ya no habláramos, como si lo hubiera matado. Cada libro tiene nostalgia, como la nostalgia de las tortugas, como la nostalgia que te hace sentir alguien que vas a extrañar... En eso mis tortugas son como mis libros. 


Pero puedo soportar más fácil la melancolía de perder a alguien que me diera una tortuga a alguien que me dejó leerlo, porque por lo general los personajes de los libros son, por eso a este viaje sólo voy a llevar un libro que aún no he leído y una serie interminable de tortugas. 

Sólo he perdido una tortuga. Cuando la veía me hacía llorar;  era la tortuga que me regaló en Octubre alguien que está muerto, no como los personajes de los libros, está muerto de verdad... Es la única tortuga a la que menosprecié, tal vez porque la apreciaba demasiado.  

... Si yo escribiera un libro sobre las personas que me regalaron tortugas, seguro serían historias perfectas. 


- Lu

Lejos

Volvió a leer el cuento corto. Ya lo sabía de memoria, pero le gustaba vivir en una vida que no era de ella. Cerró los ojos y se imaginó all...